Con "Los abrazos rotos" el director manchego Pedro Almodóvar repite su fórmula exitosa que lo ha catapultado a lo largo de los años como un excelente contador de historias sentimentales, cuyas situaciones patéticas o lacrimógenas están exageradas con la intención de provocar emociones en el público. Y lo logra. Si bien en esta última producción no logra exactamente emocionar, sí logra entretener y meternos en una ficción que incluye elementos del cine negro, el melodramático y hasta el cómico.
Con una estructura narrativa con constantes saltos temporales y cambios de climas, estamos ante una historia de obsesión, represalias, manipulación, traición, apasionamiento, pecado y extorsión, ambientada en 1992 y 2008. Almodóvar apela a un laberíntico esquema de cine dentro del cine, en donde el protagonista es Mateo (gran trabajo de Lluís Homar), un guionista y director que quedó ciego a raíz de un accidente ocurrido 14 años atrás. Éste va narrando en off su atormentado pasado, sus desventuras artísticas junto con su productora y confidente (vibrante Blanca Portillo), y especialmente su apasionado romance con quien se convertiría en protagonista de su película y en el objeto de su deseo: Lena (poderosísima presencia de Penélope Cruz), una aspirante a actriz. A través de flashbacks se va descubriendo el velo de un pasado oculto que marcó para siempre al atribulado guionista.
A la altura de sus grandes obras, aunque sin alcanzar momentos de intensa emoción, el cerebro de este director hace interactuar, en favor de la historia, los colores, los encuadres, los escenarios y el vestuario, los ampulosos diálogos, y muy especialmente la fotografía de Rodrigo Prieto y la presente composición musical de Alberto Iglesias, para crear su peculiar arte, y lograr un estilo estético y narrativo únicos.
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