lunes, 13 de julio de 2009

Crítica - "Infidelidad" (2002), de Adrian Lyne: "FLOTANDO EN EL BARRO DE LA DESDICHA." (por halbert)

Según un diccionario, en su acepción más común, la infidelidad es quebrar un pacto tácito de mantener relaciones sexuales exclusivamente con la persona que hemos escogido como pareja. En ese contexto, ser fiel significa pensar en la persona que tenemos a nuestro lado, que cuando nos necesite estemos ahí para ella, no ocultarle nada respecto de otros, sólo tener relaciones íntimas con quien hemos decidido mantener a nuestro lado, es decir, con nuestra pareja. La violación de dicho acuerdo supone ser infiel. Si los hombres o las mujeres son unos más infieles que otros, resulta una discusión que excede este espacio.
El filme de Adrian Lyne, remake de la película francesa "La Femme Infidèle" de Claude Chabrol, coloca el enfoque en esta temática, presentando como base la situación de engaño que un matrimonio vive, a raíz de la conducta infiel de la esposa hacia su marido.
Los primeros minutos de la cinta vaticinan el temporal que se está por venir (en más de un sentido), mostrando, como soporte de los títulos de inicio, los pequeños estragos que hace el viento en la casa de los protagonistas, golpeando ventanas o derribando una bicicleta que está en el jardín. En medio de esta tormenta, la bella Connie (Diane Lane) intenta por todos los medios avanzar por la calle sin ser derribada por el viento, pero sin suerte choca con el buen mozo de Paul (el francés Olivier Martinez) y así nace el primer roce, la primera mirada, que son evidentes vaticinios de lo que está por suceder entre ellos.
Pero no estamos ante una comedia romántica de "chica conoce a chico", porque Connie está felizmente (?) casada con Eduard (Richard Gere) y tienen un hijo de 8 años, y todos viven en una bella casa en los suburbios. Esta aparente perfección parece no ser tal, porque Connie comienza a sentir un ardiente deseo de tener una aventura con aquel galán con quien se cruzó por accidente. Y lo que empezó con un tímido coqueteo, al poco tiempo se transforma en un desenfreno sexual, de encuentros a escondidas, con largas y calientes sesiones de sexo, cargadas de sensualidad y erotismo.
Connie ama a su esposo, pero cede a un deseo eminentmente carnal, dado que la cotidianeidad marital que se nos presenta no da muestras de deterioro o desgano amoroso, ya que Eduard siempre se muestra dispuesto a querer hacer el amor con su esposa. Pero Connie, a medida que continúa frecuentando a su amante francés, se vuelve cada vez más reticente a encontrarse con su marido entre las sábanas.
A partir de ahí, Lyne se dedica a recorrer con cierta profundidad, la doble vida que la mujer se ve obligada a seguir. Esos son los mejores momentos de la historia: aquellos que capturan los procesos internos de los personajes protagónicos, que están muy bien interpretados por los actores, principalmente Lane (mención especial merece la escena de Connie en el tren, de regreso de su primer sesión sexual con Paul, mezclando sonrisas con llanto, alegría con culpa). Es de destacar el buen trabajo de cámara, que permite descifrar miradas y gestos que hablan por sí mismos.
Estamos ante la primera mitad de la película, en la que Lane es la absoluta protagonista de este drama, pero de a poco, el personaje de Richard Gere comienza a sospechar de su mujer, y toma las riendas del asunto y del guión, generando una situación que hace que la historia tome rivetes policiales.
Como varios de sus filmes, Adrian Lyne demuestra su interés por explorar temáticas relacionadas a la sexualidad y las relaciones humanas, contando una historia con varios rasgos interesantes, que tiene como principal mérito la posibilidad de despertar en el espectador cuestiones que van más allá de lo que muestran las imágenes. Además de esta "Infidelidad", están "9 semanas y media", "Atracción fatal" o "Propuesta indecente", todas historias sazonadas con dosis de sexo y (a)moralidad, que pone a sus protagonistas (y a los espectadores) en dilemas a resolver.
Y en esta oportunidad, un tema como la falta de fidelidad en un matrimonio genera las discusiones acerca de quién tiene la culpa, por qué sucede lo que sucede, cómo debería reaccionar cada uno, etc. Se genera una identificación con la historia, haciendo partícipe aún más al espectador. Obviamente, el estilo comercialoide de Lyne, así como lo políticamente correcto, también está presente, y no se pretende tampoco profundizar en estos controversiales asuntos que nos atañen a los seres humanos, sino más que nada plantear una situación para resolverla sin demasiado estudio psicológico. Al menos no es tan condescendiente con sus protagonistas y no sucumbe a un desubicado happy end, sino que deja abierta una nueva realidad para el matrimonio, que al inicio de la película los muestra felices, y en el último plano intentan como pueden estar unidos en la desgracia. Es destacable la delicada composición musical de Jan A. P. Kaczmarek, que tiñe de desasosiego la existencia de esta pareja que, de alguna manera, resistió ante el fantasma de la falsedad y el engaño, pero los modificó para siempre hundiéndolos en el lodo de la infelicidad.

2 comentarios:

Unknown dijo...

es muy wena la peli
kede muy fascinda con el frances
juuujuj

mas lindoo!!!!

desde que vi esa peli
me interese por el idioma frances
ahora soy la mejor de mi curso en
ese idioma ^^

HALBERT dijo...

Hola xanxi-ondulais! Gracias por pasar. Y sí, Adrian Lyne siempre intenta poner personajes sexys en todos sus filmes, porque la sexualidad y la sensualidad siempre están presentes en sus temáticas dramáticas. Tendrías que escribirle a Olivier Martinez para agradecerle tu fascinación por su idioma nativo, jejeje...
Saludos!

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