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Lo único que busca Umberto es recuperar su dignidad, aquélla que perdió cuando lo jubilaron. Es por ello que en la primera escena del filme lo vemos protestando en la calle, junto a otros jubilados que reclaman el aumento que les corresponde por haber pagado sus impuestos toda su vida.
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En una ciudad de posguerra, donde la generosidad humana parece haber desaparecido, Umberto vagabundea sin destino fijo, encontrando qué hacer o cómo salir del pozo en el que se encuentra.
Filmada en exteriores con actores no profesionales (características propias del Neorrealismo Italiano) Umberto D. es uno más, entre muchos, que han sido olvidados por una sociedad en la que parece estorbar. Y así se lo hacen notar en la pensión, en el comedor colectivo, en el hospital donde busca refugio y hasta en la calle donde practica cómo pedir limosna, pero su orgullo lo puede más…
Protagonizado por el gran Carlo Battisti, el modesto filme de Vittorio De Sica es una de las varias y muy fructíferas colaboraciones entre éste y el guionista Cesare Zavattini; filme que respira una gran honestidad, como la de su protagonista, que busca un lugar en un mundo deshumanizado.
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La dramática música de Alessandro Cicognini acentúa los momentos más desgastantes de la existencia de un pobre hombre, golpeado por la vida a cada momento.
La simple búsqueda de satisfacer las necesidades humanas básicas (techo, alimento, compañía) resulta una de las películas más desgarradoras del Neorrealismo, sofocando a su protagonista y poniéndolo en una calle sin salida que lo hará tomar le peor decisión posible.
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Dedicada a su padre, De Sica se inspiró en él para la realización de la película, ya que también fue un jubilado que tuvo que enfrentarse a los problemas económicos derivados de su mísera pensión.
El protagonista era un profesor de filosofía en la vida real, y no volvió a actuar nunca más en el cine, pero supo transmitir a su personaje una total actitud de desamparo, que es el alma de esta inolvidable "Umberto D.".
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