La película protagonizada por Nicole Kidman es una nueva remake de la famosa "Muertos vivientes" que en 1956 dirigió Donald Siegel, y que, años más tarde (en 1978 y 1994) aparecieron con nuevas versiones: "Los usurpadores de cuerpos" y "Secuestradores de cuerpos", respectivamente. Todas ellas basada en la novela de Jack Finney "Los ladrones de cuerpos".
Esta cuarta remake se titula "Invasores" (Invasion, 2007) y fue dirigida por el alemán Oliver Hirschbiegel, conocido mundialmente por "La caída", sobre los últimos días de Hitler.
Aquí, Kidman es la Dra. Carol Benell, una psiquiatra que debe sobrevivir en una Washington donde todos sus habitantes comienzan a tener extraños comportamientos, actuando como mutantes.
La actriz Veronica Cartwright, que intervino en el clásico de 1978, encarna a una inestable paciente de Carol, que cree que la personalidad de su marido ha cambiado completamente. Este es el primer dato, la primera punta de la catástrofe que se está gestando.
Los noticieros avisan de una "epidemia" que azota a la ciudad que, sabemos como espectadores, viene del mundo extraterrestre, pues se han encontrado residuos en los restos de un transbordador espacial que se precipitó a la Tierra, conteniendo un virus que, al contacto humano, hace que la comunidad comience a tener actitudes sin sentimientos, actuando fríamente ante cualquier hecho y queriendo unir a sus filas a quien no haya sido aún víctima de la enfermedad. Lo sorprendente es que, para contagiar a los demás, los robóticos ciudadanos vomitan (sí, vomitan) en el rostro de los sanos para enfermarlos.
Junto al doctor Ben, el mejor amigo de Carol (y pretendiente romántico, lógicamente) lucharán por rescatar de las garras del ex marido de ella al pequeño hijo, que se encuentra pasando el fin de semana con su padre y quien ya ha sido víctima del mal. El niño resulta ser uno de los pocos inmunes a esta enfermedad, justamente por haber tenido otra previa que lo ha dejado inmunizado frente a este virus que, una vez en el cuerpo, solamente se acciona luego de unas horas de sueño. En su lucha por llegar a su hijo, Carol es infectada por su ex marido por lo que, con el virus encima, ahora sólo le resta no quedarse dormida. Junto a su hijo huyen por una ciudad en caos, intentando pasar desapercibidos, actuando en sus rostros la frialdad que deberían tener al igual que el resto.
"Invasores" entretiene a lo largo de sus 97 minutos y acierta en haber situado la acción en la ciudad y no en un pequeño pueblo, haciendo más espeluznante el poder de la epidemia sobre los ciudadanos.
El filme cuenta con un montaje trepidante en las secuencias de huída, con planos muy breves en duración y cortes efectistas que erizan la piel del espectador y, en muchas oportunidades, el director hace uso del flashforward, adelantando en imágenes lo que veremos segundos después en la siguiente escena, mientras la situación presente aún no ha concluido, lo que hace todavía más ágil la narración.
Son llamativas las escenas en donde se puede ver en planos generales a toda una ciudad actuando como robots y, en medio de esta claustrofóbica situación, a una Carol que pelea por no ser descubierta.
El rostro de Kidman (claramente retocado quirúrgicamente) siempre ilumina la pantalla de los filmes en los que participa, incluyendo éste, bastante inusual en su filmografía, título que, dado su tratamiento, no llega a ser de terror sino más cercano a un drama, mezclado con ciencia ficción y sazonado con pizcas de acción.
domingo, 28 de octubre de 2007
sábado, 27 de octubre de 2007
"Esperando la carroza", de Alejandro Doria: LA DIVINA COMEDIA (por halbert)
Mamá Cora camina por la calle hacia cámara enfocada con teleobjetivo, la música suena y los títulos del inicio dan comienzo a un filme tan divertido, como bien actuado y real. Si bien Cora no será tanto de la partida (en cuanto a que no aparece tanto en cámara durante la duración del filme), es la protagonista absoluta, ya que todo gira en torno a ella.
ESPERANDO LA CARROZA, el filme de Alejandro Doria, está basado en la obra teatral homónima de Jacobo Langsner, y se nota en la adaptación. La composición de cuadro y toda la puesta en escena tiene resabios teatrales, y esto se ve en la proliferación de planos enteros conjuntos (PE) , en la utilización de ZOOM IN/OUT para cambiar de tamaño de plano y no cortar la actuación (en la que se basa todo el filme), en el posicionamiento de los actores en el `escenario`, de manera que ninguno de los que participa de la escena quede fuera de cuadro, en la actuación exteriotipada, caricaturizada y exacerbada de sus personajes.
La película cuenta la rispidez que se genera en una reunión familiar cuando tres hermanos y sus cónyuges discuten acerca de quién NO se queda al cuidado de la anciana madre, la viejecita Cora (famosísima creación de Antonio Gasalla).
Todo comienza con una mayonesa casera arruinada por la vieja Cora, que hace que su nuera (Mónica Villa), que había puesto empeño en hacerla, estalle. Previamente a esto se nos `prepara` para la explosión, mostrando un plano detalle (PD) del plato de mayonesa cuando es dejado por la nuera para ir a atender a la beba a su cuarto, realizando un montaje alterno, alternando lo que sucede en la cocina con Cora convirtiendo la mayonesa en `flancitos`, y la acción en el cuarto de la beba que llora poniendo más nervio a la escena. Ésta corta con el grito de Villa y el leit motiv del filme comienza a sonar para ir a una nueva escena.
Así como anteriormente se insertó el PD del plato, se usa este recurso para cortar con la proliferación de los planos enteros y generales, insertando primeros planos de rostros con reacción y PD de objetos o planos más cerrados de partes del cuerpo (pies caminando en la vereda, manos aplastando ravioles, etc.); y cuando se habla de una hermana ausente y de su hijo (la Emilia y el Cacho) se insertan planos de ellos realizando alguna acción (ella lavando ropa, él jugando al fútbol).
Todos los enlaces se dan por corte, salvo uno que funde a negro que elipsa una porción de tiempo mayor y da comienzo al sepelio de la parte final. ¿Qué sepelio? El de Mamá Cora, que no ha muerto, sino que simplemente no está en el lugar donde debería. Pero la repentina aparición del cadáver de una viejecita arrojado en las vías hace suponer a la famila que Cora se ha suicidado, generando la desopilante secuencia del velorio en lo de Elvira.
Respecto del audio, al comienzo de esta parte, cuando llega el cajón a la casa y la familia sale a la vereda a recibirlo, se insertan planos de Cora en la casa de enfrente, pero el audio de los gritos y llantos de sus hijos se sigue escuchando en primer plano a pesar de ver a Cora en pantalla con el niño jugando en la terraza. También se usa el recurso del solapado para cambiar de escena, y el uso de la música de acordeón acompaña los momentos más divertidos o de más `acción` (aquí acción se entiende como la caminata o corrida de los personajes en la calle o los forcejeos entre los miembros de la familia).
Todo se apoya en los diálogos (ingeniosos, irónicos, cínicos, reales), y la acción avanza con ellos. Sin embargo, muchas veces las cosas que los personajes dicen no concuerda con lo que sienten (es excelente cuando Zorrilla, Blum y Tenuta se mortifican por la situación que están pasando, sin dejar de saborear el helado que cada una está tomando), por lo que las actuaciones están muy cuidadas.
Por lo tanto la construcción de los personajes y las actuaciones son los pilares más importante de la película. Los personajes femeninos y su actuación son los más ricos del filme: China Zorrilla (o Elvira, su personaje?) se lleva los laureles en cuanto al aporte de los parlamentos más divertidos y su forma de actuarlos (algo repetida, pero efectiva); la Susana de Mónica Villa se muestra estallando por momentos, cansada en otros, pero siempre aportando sensatez y reflexión (es ella la que cierra el filme mirando a cámara y diciendo: "De todos nosotros me río"); y Betiana Blum como la nueva rica, dice serenamente frases como sacadas del diccionario de los buenos modales pero muestra la hilacha y se desestabiliza en los momentos en que se siente acorralada por verdades que no le convienen que salgan a la luz.
El ritmo general de la película es muy ágil a pesar de desarrollarse gran parte del tiempo en la casa de Elvira. El director `saca` la cámara a otros escenarios para dosificar las acciones que suceden en la casa, siguiendo a sus criaturas a la calle, a la morgue, a la casa de la hermana ausente, a un bar cercano, despegándose de esta manera del tratamiento original de la obra teatral que sin duda debe transcurrir casi toda en la casa de Elvira. A veces los planos son algo largos en duración, pero el ritmo no decae porque la brillantez de los diálogos y la interacción de los diferentes personajes es riquísima, convirtiendo a ESPERANDO LA CARROZA en una de las comedias más deliciosas (si no la más) del cine argentino de las últimas décadas .
ESPERANDO LA CARROZA, el filme de Alejandro Doria, está basado en la obra teatral homónima de Jacobo Langsner, y se nota en la adaptación. La composición de cuadro y toda la puesta en escena tiene resabios teatrales, y esto se ve en la proliferación de planos enteros conjuntos (PE) , en la utilización de ZOOM IN/OUT para cambiar de tamaño de plano y no cortar la actuación (en la que se basa todo el filme), en el posicionamiento de los actores en el `escenario`, de manera que ninguno de los que participa de la escena quede fuera de cuadro, en la actuación exteriotipada, caricaturizada y exacerbada de sus personajes.
La película cuenta la rispidez que se genera en una reunión familiar cuando tres hermanos y sus cónyuges discuten acerca de quién NO se queda al cuidado de la anciana madre, la viejecita Cora (famosísima creación de Antonio Gasalla).
Todo comienza con una mayonesa casera arruinada por la vieja Cora, que hace que su nuera (Mónica Villa), que había puesto empeño en hacerla, estalle. Previamente a esto se nos `prepara` para la explosión, mostrando un plano detalle (PD) del plato de mayonesa cuando es dejado por la nuera para ir a atender a la beba a su cuarto, realizando un montaje alterno, alternando lo que sucede en la cocina con Cora convirtiendo la mayonesa en `flancitos`, y la acción en el cuarto de la beba que llora poniendo más nervio a la escena. Ésta corta con el grito de Villa y el leit motiv del filme comienza a sonar para ir a una nueva escena.
Así como anteriormente se insertó el PD del plato, se usa este recurso para cortar con la proliferación de los planos enteros y generales, insertando primeros planos de rostros con reacción y PD de objetos o planos más cerrados de partes del cuerpo (pies caminando en la vereda, manos aplastando ravioles, etc.); y cuando se habla de una hermana ausente y de su hijo (la Emilia y el Cacho) se insertan planos de ellos realizando alguna acción (ella lavando ropa, él jugando al fútbol).
Todos los enlaces se dan por corte, salvo uno que funde a negro que elipsa una porción de tiempo mayor y da comienzo al sepelio de la parte final. ¿Qué sepelio? El de Mamá Cora, que no ha muerto, sino que simplemente no está en el lugar donde debería. Pero la repentina aparición del cadáver de una viejecita arrojado en las vías hace suponer a la famila que Cora se ha suicidado, generando la desopilante secuencia del velorio en lo de Elvira.
Respecto del audio, al comienzo de esta parte, cuando llega el cajón a la casa y la familia sale a la vereda a recibirlo, se insertan planos de Cora en la casa de enfrente, pero el audio de los gritos y llantos de sus hijos se sigue escuchando en primer plano a pesar de ver a Cora en pantalla con el niño jugando en la terraza. También se usa el recurso del solapado para cambiar de escena, y el uso de la música de acordeón acompaña los momentos más divertidos o de más `acción` (aquí acción se entiende como la caminata o corrida de los personajes en la calle o los forcejeos entre los miembros de la familia).
Todo se apoya en los diálogos (ingeniosos, irónicos, cínicos, reales), y la acción avanza con ellos. Sin embargo, muchas veces las cosas que los personajes dicen no concuerda con lo que sienten (es excelente cuando Zorrilla, Blum y Tenuta se mortifican por la situación que están pasando, sin dejar de saborear el helado que cada una está tomando), por lo que las actuaciones están muy cuidadas.
Por lo tanto la construcción de los personajes y las actuaciones son los pilares más importante de la película. Los personajes femeninos y su actuación son los más ricos del filme: China Zorrilla (o Elvira, su personaje?) se lleva los laureles en cuanto al aporte de los parlamentos más divertidos y su forma de actuarlos (algo repetida, pero efectiva); la Susana de Mónica Villa se muestra estallando por momentos, cansada en otros, pero siempre aportando sensatez y reflexión (es ella la que cierra el filme mirando a cámara y diciendo: "De todos nosotros me río"); y Betiana Blum como la nueva rica, dice serenamente frases como sacadas del diccionario de los buenos modales pero muestra la hilacha y se desestabiliza en los momentos en que se siente acorralada por verdades que no le convienen que salgan a la luz.
El ritmo general de la película es muy ágil a pesar de desarrollarse gran parte del tiempo en la casa de Elvira. El director `saca` la cámara a otros escenarios para dosificar las acciones que suceden en la casa, siguiendo a sus criaturas a la calle, a la morgue, a la casa de la hermana ausente, a un bar cercano, despegándose de esta manera del tratamiento original de la obra teatral que sin duda debe transcurrir casi toda en la casa de Elvira. A veces los planos son algo largos en duración, pero el ritmo no decae porque la brillantez de los diálogos y la interacción de los diferentes personajes es riquísima, convirtiendo a ESPERANDO LA CARROZA en una de las comedias más deliciosas (si no la más) del cine argentino de las últimas décadas .
jueves, 25 de octubre de 2007
"Río salvaje", de Curtis Hanson: UNA FAMILIA EN PROBLEMAS (por halbert)
Las relaciones familiares han sido motivo de muchas películas, principalmente dramas contemporáneos que revisan los problemas de padres e hijos, conflictos entre hermanos o las complicaciones típicas del matrimonio en cualquiera de sus etapas. En este filme del director Curtis Hanson, que data de 1994, asistimos al viaje de fin de semana de un matrimonio con su pre-adolescente hijo y su perra. Pero no es un viaje común y corriente, sino una especie de turismo aventura en bote por los ríos y sus peligrosos rápidos y cascadas.
Gail, la madre, es una ex guía experta en rafting y, ya retirada, decide regalarle esta excursión a su pequeño hijo en el día de su cumpleaños. A regañadientes, su marido (con quien está evaluando la posibilidad de una separación) se suma al viaje, intentando recomponer la tensa situación marital que ambos atraviesan.
Hasta aquí todo parece un drama de recomposición familiar de este grupo que, mediante este viaje que realizan, podrán limar sus diferencias; sin embargo, a poco de salir, la travesía se convierte en desdicha: el clan familiar se topa con un terceto de maleantes que, en bote, escapan de la policía tras haber robado un importante botín. Gail y los suyos son forzados por los ladrones a ayudarlos a cruzar un peligrosísimo rápido llamado “El Gauntlet”. Así, la familia, tomada como rehén en su propia embarcación, intentará por varios medios escapar de las garras de los raptores.
El suspenso va in crescendo, ya que el director se toma los primeros cincuenta minutos de cinta para presentar a los personajes protagónicos, su situación y su primer amigable encuentro con los delincuentes, aún sin saber que serán victimizados por estos. Wade, el villano que comanda la huída (jugado muy cínicamente por un preciso Kevin Bacon) primero atrae al niño regalándole su gorra o invitándolo a su bote, y también intentará seducir a Gail, percibiendo el distanciamiento que guarda con su esposo, quien será el primero en darse cuenta que la situación está por trastornarse.
El pequeño Joseph Mazzello (el niño de Jurassic Park) protagoniza interesantes enfrentamientos, primero con su padre (el gran David Strathairn) y luego con Wade, cuando lo desafía constantemente con actitudes provocadoras.
La multifacética Meryl Streep se calza (en todo sentido) las ropas de esta Gail aventurera, enérgica, rebelde y especialista en rafting, enfrentando como actriz el desafío de manejar un bote como versada deportista, y lo logra con creces, a pesar de contar con una doble de riesgo en las escenas más osadas en el río.
Hanson, quien dos años antes había alborotado las pantallas con la comentada “La mano que mece la cuna", y luego de esta “Río salvaje” brilló en los Oscars con “Los Ángeles al desnudo”, se muestra como una autoridad en el manejo del suspenso, logrando con este filme (que hubiese sido mucho más pequeño de no contar con Streep y Bacon en los roles estelares – ambos nominados al Globo de Oro por esta historia) entretenernos por un rato y disfrutar del duelo actoral entre víctima y victimario. Las locaciones naturales funcionan como perfecto marco para esta historia de unión familiar, enfrentada a una fatalidad no buscada.
Gail, la madre, es una ex guía experta en rafting y, ya retirada, decide regalarle esta excursión a su pequeño hijo en el día de su cumpleaños. A regañadientes, su marido (con quien está evaluando la posibilidad de una separación) se suma al viaje, intentando recomponer la tensa situación marital que ambos atraviesan.
Hasta aquí todo parece un drama de recomposición familiar de este grupo que, mediante este viaje que realizan, podrán limar sus diferencias; sin embargo, a poco de salir, la travesía se convierte en desdicha: el clan familiar se topa con un terceto de maleantes que, en bote, escapan de la policía tras haber robado un importante botín. Gail y los suyos son forzados por los ladrones a ayudarlos a cruzar un peligrosísimo rápido llamado “El Gauntlet”. Así, la familia, tomada como rehén en su propia embarcación, intentará por varios medios escapar de las garras de los raptores.
El suspenso va in crescendo, ya que el director se toma los primeros cincuenta minutos de cinta para presentar a los personajes protagónicos, su situación y su primer amigable encuentro con los delincuentes, aún sin saber que serán victimizados por estos. Wade, el villano que comanda la huída (jugado muy cínicamente por un preciso Kevin Bacon) primero atrae al niño regalándole su gorra o invitándolo a su bote, y también intentará seducir a Gail, percibiendo el distanciamiento que guarda con su esposo, quien será el primero en darse cuenta que la situación está por trastornarse.
El pequeño Joseph Mazzello (el niño de Jurassic Park) protagoniza interesantes enfrentamientos, primero con su padre (el gran David Strathairn) y luego con Wade, cuando lo desafía constantemente con actitudes provocadoras.
La multifacética Meryl Streep se calza (en todo sentido) las ropas de esta Gail aventurera, enérgica, rebelde y especialista en rafting, enfrentando como actriz el desafío de manejar un bote como versada deportista, y lo logra con creces, a pesar de contar con una doble de riesgo en las escenas más osadas en el río.
Hanson, quien dos años antes había alborotado las pantallas con la comentada “La mano que mece la cuna", y luego de esta “Río salvaje” brilló en los Oscars con “Los Ángeles al desnudo”, se muestra como una autoridad en el manejo del suspenso, logrando con este filme (que hubiese sido mucho más pequeño de no contar con Streep y Bacon en los roles estelares – ambos nominados al Globo de Oro por esta historia) entretenernos por un rato y disfrutar del duelo actoral entre víctima y victimario. Las locaciones naturales funcionan como perfecto marco para esta historia de unión familiar, enfrentada a una fatalidad no buscada.
martes, 23 de octubre de 2007
"Dos vidas contigo", de Bonnie Hunt: EL CORAZÓN DELATOR (por halbert)
Es corriente que desde Hollywood nos lluevan constantemente filmes de todo tipo. Y muchos de ellos son las clásicas comedias románticas al estilo del viejo Frank Capra. La magia del cine (muchas veces practicada de forma abusiva) hace lo suyo una vez más, particularmente en “Return to me” (2000), conocida aquí como "Dos vidas contigo". Esta es la ópera prima como directora de la poco conocida Bonnie Hunt, actriz de filmes como "Milagros inesperados", “Más barato por docena 1 y 2”, “Jerry Maguire” o de la autorreferencial serie de TV "Life with Bonnie". Su muy romántico guión mueve a sus protagonistas de manera muy forzada, haciendo poco creíble el encuentro entre ambos. Esto es así: por un lado, un joven matrimonio, profesionales ambos, viven plácidamente sus existencias, amándose más que nunca y triunfando cada uno en su trabajo. Por otro lado, una joven moza, internada en un hospital, espera por una difícil donación de corazón para poder sobrevivir.
Ambas historias se cruzarán de una manera poco menos que imposible, haciendo que el matrimonio sufra un accidente fatal en donde sólo sobrevive el marido, y el corazón de la fallecida finalmente llega a la joven que lo esperaba. Por diversas situaciones que no tiene caso enumerar, el reciente viudo se enamora perdidamente de la muchacha y ésta de él, pero ambos desconocen que el corazón transplantado de la joven es de la finada esposa (cualquier coincidencia con la telenovela local "Máximo corazón", protagonizada en 2002 por Gabriel Corrado y Valeria Bertucceli, no es pura coincidencia).
Lo forzado a lo que se hacía antes referencia no es tanto que ambos se enamoren, sólo que hubiese resultado más creíble que alguno de los dos hubiera querido contactar al otro por la historia que los une y no de forma casual como aquí ocurre. Pero convengamos que, al no saberlo ambos, la historia se sostiene justamente por generar el suspenso del espectador por saber cómo se enterará de semejante situación en la que se ve inmersa la flamante pareja.
Lo que sucede es que, en este caso, habría que evaluar si el suspenso justifica tamaña manipulación del hilo conductor...En fin, más allá de esto el filme entretiene, divierte por momentos, y cuenta con un elenco parejo, que se mueve cómodamente en el terreno de la comedia dramática, no tanto por los protagonistas David Duchovny (el de Archivos secretos X) y Minnie Driver (En busca del destino), sino por los secundarios: la mismísima Bonnie Hunt, (reservándose el papel de amiga fiel, que pareciera hacer de taquito), el eficaz James Belushi y el legendario Robert Loggia. Viejas canciones de Sinatra y Dean Martín dan acertado marco al romance.
Ambas historias se cruzarán de una manera poco menos que imposible, haciendo que el matrimonio sufra un accidente fatal en donde sólo sobrevive el marido, y el corazón de la fallecida finalmente llega a la joven que lo esperaba. Por diversas situaciones que no tiene caso enumerar, el reciente viudo se enamora perdidamente de la muchacha y ésta de él, pero ambos desconocen que el corazón transplantado de la joven es de la finada esposa (cualquier coincidencia con la telenovela local "Máximo corazón", protagonizada en 2002 por Gabriel Corrado y Valeria Bertucceli, no es pura coincidencia).
Lo forzado a lo que se hacía antes referencia no es tanto que ambos se enamoren, sólo que hubiese resultado más creíble que alguno de los dos hubiera querido contactar al otro por la historia que los une y no de forma casual como aquí ocurre. Pero convengamos que, al no saberlo ambos, la historia se sostiene justamente por generar el suspenso del espectador por saber cómo se enterará de semejante situación en la que se ve inmersa la flamante pareja.
Lo que sucede es que, en este caso, habría que evaluar si el suspenso justifica tamaña manipulación del hilo conductor...En fin, más allá de esto el filme entretiene, divierte por momentos, y cuenta con un elenco parejo, que se mueve cómodamente en el terreno de la comedia dramática, no tanto por los protagonistas David Duchovny (el de Archivos secretos X) y Minnie Driver (En busca del destino), sino por los secundarios: la mismísima Bonnie Hunt, (reservándose el papel de amiga fiel, que pareciera hacer de taquito), el eficaz James Belushi y el legendario Robert Loggia. Viejas canciones de Sinatra y Dean Martín dan acertado marco al romance.
domingo, 21 de octubre de 2007
"La señal", de Ricardo Darín y M. Hodara: UN DESATURADO POLICIAL NEGRO, O SEA: GRIS (por halbert)
La señal es un filme casi sin conflicto, primer pecado en un guión cinematográfico que intente contar una historia. Eso no quiere decir que no existan filmes que sean más descriptivos, ya sea de un lugar o una época, pero si la película pretende narrar algo (y más en un género policial), es interesante que se presente un conflicto principal, y el del filme que se trata es más que leve.
Como es sabido (y si no se aclarará aquí, luego del paréntesis que sigue) el guión fue escrito por el director Eduardo Mignogna, autor también de la novela original, e iba a ser su próximo intento cinematográfico. Sin embargo, lo sorprendió la muerte antes de iniciar el rodaje y su protagonista, Ricardo Darín, tomó las riendas del proyecto y se puso como co-guionista y director, debutando en la tarea y secundado por Martín Hodara.
La historia tiene lugar en una Buenos Aires de 1952, rodeada por la noticia de la agonía de Eva Perón. Dos detectives-amigos, Corvalán (Darín) y Santana (Diego Peretti) se dedican a resolver casos menores de esposos traicionados o esposas engañadas. Un día, Corvalán recibe a una clienta sexy (Julieta Díaz, que como femme fatal no da), con un planteo oscuro (y poco claro para el espectador) que incluye gangsters, tiros, asesinatos, traiciones y todos los ingredientes típicos de los policiales negros de esa época, y a partir de allí todo lo que suceda con el detective tendrá que ver con este caso hasta el dramático (?) final.
Cuesta tener identificación y empatía con los personajes, por lo que el drama que pueda estar viviendo el protagonista (además del entuerto en el que se ha metido) no llega al espectador: ni su relación con una amigovia (Andrea Pietra) - que puede estar engañándolo sentimentalmente- ni sus visitas a un geriátrico donde se halla su padre enfermo (Walter Santa Ana), ni su amistad con su socio o la devoción por Lobo, su perro.
Hay mucha prolijidad en todo lo concerniente a la puesta en escena: la dirección artística y el vestuario, recreando aquella Buenos Aires de los cincuenta, o la dirección musical del propio hijo de Mignogna, Juan Ponce de León (sí, el de Verano del 98), pero no alcanza si la historia que se nos está presentando carece de conflicto y, principalmente, de un antagonista claro que se enfrente al protagonista, más que anónimos hombres de negro con pistolas o ametralladoras, que responden a un capo mafia al que se lo muestra únicamente por foto o en un plano lejano.
La sorpresa del final (para el espectador más aguzado, ni eso) y el buen uso de los recursos técnicos (principalmente la fotografía oscura y desaturada) no salva a La señal de ser una película fría, poco entretenida y carente de emoción. Sí vale como tributo a su fallecido autor al que Darín y Hodara, generosamente, dedican en el último plano que cierra la función. Hasta siempre Eduardo!
Como es sabido (y si no se aclarará aquí, luego del paréntesis que sigue) el guión fue escrito por el director Eduardo Mignogna, autor también de la novela original, e iba a ser su próximo intento cinematográfico. Sin embargo, lo sorprendió la muerte antes de iniciar el rodaje y su protagonista, Ricardo Darín, tomó las riendas del proyecto y se puso como co-guionista y director, debutando en la tarea y secundado por Martín Hodara.
La historia tiene lugar en una Buenos Aires de 1952, rodeada por la noticia de la agonía de Eva Perón. Dos detectives-amigos, Corvalán (Darín) y Santana (Diego Peretti) se dedican a resolver casos menores de esposos traicionados o esposas engañadas. Un día, Corvalán recibe a una clienta sexy (Julieta Díaz, que como femme fatal no da), con un planteo oscuro (y poco claro para el espectador) que incluye gangsters, tiros, asesinatos, traiciones y todos los ingredientes típicos de los policiales negros de esa época, y a partir de allí todo lo que suceda con el detective tendrá que ver con este caso hasta el dramático (?) final.
Cuesta tener identificación y empatía con los personajes, por lo que el drama que pueda estar viviendo el protagonista (además del entuerto en el que se ha metido) no llega al espectador: ni su relación con una amigovia (Andrea Pietra) - que puede estar engañándolo sentimentalmente- ni sus visitas a un geriátrico donde se halla su padre enfermo (Walter Santa Ana), ni su amistad con su socio o la devoción por Lobo, su perro.
Hay mucha prolijidad en todo lo concerniente a la puesta en escena: la dirección artística y el vestuario, recreando aquella Buenos Aires de los cincuenta, o la dirección musical del propio hijo de Mignogna, Juan Ponce de León (sí, el de Verano del 98), pero no alcanza si la historia que se nos está presentando carece de conflicto y, principalmente, de un antagonista claro que se enfrente al protagonista, más que anónimos hombres de negro con pistolas o ametralladoras, que responden a un capo mafia al que se lo muestra únicamente por foto o en un plano lejano.
La sorpresa del final (para el espectador más aguzado, ni eso) y el buen uso de los recursos técnicos (principalmente la fotografía oscura y desaturada) no salva a La señal de ser una película fría, poco entretenida y carente de emoción. Sí vale como tributo a su fallecido autor al que Darín y Hodara, generosamente, dedican en el último plano que cierra la función. Hasta siempre Eduardo!
viernes, 19 de octubre de 2007
"Asesinos por naturaleza", de Oliver Stone: TODOS LOS RECURSOS AL SERVICIO DE UNA HISTORIA (por halbert)
Oliver Stone entrega con “ASESINOS POR NATURALEZA” un filme que no se detiene ni por un instante, precipitándose sobre el espectador, dejándolo sin aliento, tanto por el ritmo de sus imágenes como por su violento contenido.
Con su cámara en constante movimiento, ya sea con steadycam o cámara en mano, los encuadres torcidos en paneos y travellings perturban constantemente y dan un ritmo trepidante a la acción.
Ya desde el comienzo se nos prepara para asistir a una especie de show sangriento con la escena de la masacre en el bar, donde los inserts de animales salvajes (zorro, serpiente, halcón) y el uso de filtro rojo metaforizan la personalidad de los protagonistas. También se caricaturizan algunas muertes, por ej. siguiendo el recorrido de una bala o un cuchillo que se dirige al cuerpo de las víctimas con música de ópera de fondo.
La presentación de los títulos es una secuencia de montaje con los protagonistas viajando en su auto, recorriendo (mediante el uso de croma key) primeras planas de diarios, inmersos en antiguas películas del oeste en blanco y negro, pasando cerca de un dragón de 5 cabezas, yendo a través de un apacible prado, etc., mezclándose los sonidos de la voz de ellos, el sonido de los fondos que aparecen y la música incidental del filme.
La originalidad se hace presente también en el flashback del primer encuentro de la pareja, presentando a la familia de la chica como una sitcom llamada I love Mallory, con encuadres televisivos, risas del público, situaciones propias de las series de TV y créditos finales cuando termina la escena.
Se recurre también a inserts de dibujos animados de comic (cuando se comprometen en el puente por ej.), e imágenes que pasan de toma en toma del color al blanco y negro con grano, y luego a una imagen estilo Super 8. Personalmente no he podido encontrar un patrón lógico a estos cambios constantes de registro de imagen, por lo que concluyo que sólo se utilizan para dar dinamismo y nerviosismo al relato, más allá de lo puramente estético.
A través de aberturas de puertas o ventanas se ven proyectadas ciertas imágenes de filmes o programas de TV con alguna clase de violencia (un lobo aullando, una mujer gritando, etc.), mezcladas con flashbacks de la infancia (un niño golpeado). Se insertan además, en medio de las acciones, imágenes de algunos de los protagonistas ensangrentados, iluminados con luz roja y con sonido reverberado, simulando una especie de demonio, o animales salvajes u otras acciones asociadas a la acción que se está desarrollando en pantalla.
Dicho esto, me permito comparar el montaje de Stone con el del antiguo Eisenstein, quien intercalaba en la acción tomas que no tenían continuidad dramática con la acción desarrollada, pero con un significado puramente simbólico, generando una idea y haciendo pensar y reflexionar al espectador.
La música se utiliza de manera sarcástica en general, ya que podemos escuchar, por ej., una ópera como fondo de un violento tiroteo, o música romántica cuando la pareja toda ensangrentada, luego de cometer varios asesinatos, se besa apasionadamente, o un tema rockero como fondo de un motín carcelero. También se usa mucho la repetición de palabras o frases sueltas, consecuencia de la repetición de ciertas tomas, como así también el solapado de sonidos o palabras dentro de un diálogo.
Con su cámara en constante movimiento, ya sea con steadycam o cámara en mano, los encuadres torcidos en paneos y travellings perturban constantemente y dan un ritmo trepidante a la acción.
Ya desde el comienzo se nos prepara para asistir a una especie de show sangriento con la escena de la masacre en el bar, donde los inserts de animales salvajes (zorro, serpiente, halcón) y el uso de filtro rojo metaforizan la personalidad de los protagonistas. También se caricaturizan algunas muertes, por ej. siguiendo el recorrido de una bala o un cuchillo que se dirige al cuerpo de las víctimas con música de ópera de fondo.
La presentación de los títulos es una secuencia de montaje con los protagonistas viajando en su auto, recorriendo (mediante el uso de croma key) primeras planas de diarios, inmersos en antiguas películas del oeste en blanco y negro, pasando cerca de un dragón de 5 cabezas, yendo a través de un apacible prado, etc., mezclándose los sonidos de la voz de ellos, el sonido de los fondos que aparecen y la música incidental del filme.
La originalidad se hace presente también en el flashback del primer encuentro de la pareja, presentando a la familia de la chica como una sitcom llamada I love Mallory, con encuadres televisivos, risas del público, situaciones propias de las series de TV y créditos finales cuando termina la escena.
Se recurre también a inserts de dibujos animados de comic (cuando se comprometen en el puente por ej.), e imágenes que pasan de toma en toma del color al blanco y negro con grano, y luego a una imagen estilo Super 8. Personalmente no he podido encontrar un patrón lógico a estos cambios constantes de registro de imagen, por lo que concluyo que sólo se utilizan para dar dinamismo y nerviosismo al relato, más allá de lo puramente estético.
A través de aberturas de puertas o ventanas se ven proyectadas ciertas imágenes de filmes o programas de TV con alguna clase de violencia (un lobo aullando, una mujer gritando, etc.), mezcladas con flashbacks de la infancia (un niño golpeado). Se insertan además, en medio de las acciones, imágenes de algunos de los protagonistas ensangrentados, iluminados con luz roja y con sonido reverberado, simulando una especie de demonio, o animales salvajes u otras acciones asociadas a la acción que se está desarrollando en pantalla.
Dicho esto, me permito comparar el montaje de Stone con el del antiguo Eisenstein, quien intercalaba en la acción tomas que no tenían continuidad dramática con la acción desarrollada, pero con un significado puramente simbólico, generando una idea y haciendo pensar y reflexionar al espectador.
La música se utiliza de manera sarcástica en general, ya que podemos escuchar, por ej., una ópera como fondo de un violento tiroteo, o música romántica cuando la pareja toda ensangrentada, luego de cometer varios asesinatos, se besa apasionadamente, o un tema rockero como fondo de un motín carcelero. También se usa mucho la repetición de palabras o frases sueltas, consecuencia de la repetición de ciertas tomas, como así también el solapado de sonidos o palabras dentro de un diálogo.
Los filtros de colores también tienen su protagonismo a la hora de componer cuadros o escenas enteras: el uso del rojo es constante por la alusión a la sangre y a la violencia; la secuencia de la farmacia se ve toda con filtro verde; en la entrevista en la cárcel una luz azul se posa sobre Micky, cambiando al verde y al rojo consecuentemente.
El filme todo lo defino como una ametralladora de tomas que se suceden unas tras otras, sintetizando en estas palabras los recursos formales utilizados: planos cortísimos/ encuadres torcidos/ uso de imágenes ByN granuladas– fílmico color – super 8 – video/ caricaturizaciones de situaciones y personajes/ montaje de ideas y asociación/ música utilizada de forma sarcástica/ inserts de comics y pantallas con imágenes de películas/ utilización de tapas de diarios, noticieros televisivos para contar acciones de los protagonistas/ sonido con repeticiones, solapados y distorsiones/ filtros de color en la iluminación/ inserts de flashbacks y flashforwards/ imágenes discontinuadas.
Las transiciones se dan por corte principalmente, aunque también proliferan los fundidos a negro, blanco o rojo.
El filme todo lo defino como una ametralladora de tomas que se suceden unas tras otras, sintetizando en estas palabras los recursos formales utilizados: planos cortísimos/ encuadres torcidos/ uso de imágenes ByN granuladas– fílmico color – super 8 – video/ caricaturizaciones de situaciones y personajes/ montaje de ideas y asociación/ música utilizada de forma sarcástica/ inserts de comics y pantallas con imágenes de películas/ utilización de tapas de diarios, noticieros televisivos para contar acciones de los protagonistas/ sonido con repeticiones, solapados y distorsiones/ filtros de color en la iluminación/ inserts de flashbacks y flashforwards/ imágenes discontinuadas.
Las transiciones se dan por corte principalmente, aunque también proliferan los fundidos a negro, blanco o rojo.
"Cambio de vida", de Wayne Wang: MADRE VS. HIJA (por halbert)
Sabemos que existen familias en las que los roles están cambiados: una madre que se comporta como el hombre de la casa o bien una hija que actúa como la madre de sus progenitores.
Algo así sucede en “Cambio de vida” (“Anywhere but here”). Ann, una jovencita en plena adolescencia, debe convivir con su madre y soportar sus manejos y chiquilinadas, ya que, por momentos, tiene actitudes y comportamientos inmaduros. Y el estado de ánimo de Ann se refleja constantemente en su pálido rostro y, como reza el título original, su idea es querer estar en cualquier lado menos donde está, y no tanto por el lugar sino por la compañía. Ann y Adele, su ´joven madre´, parten del pueblo donde viven, dejando atrás su pasado que incluye una casa, una familia y toda una historia vivida, para cambiar de vida nada menos que en Beverly Hills. Y es allí donde madre e hija (sin especificar quién se comporta como tal) deberán adaptarse a ese nuevo mundo y convivir entre ellas en forma civilizada, tratando de conciliar, cosa que no ocurre seguido, ni siquiera en el viaje de ida.
Ann vive enojada con su madre y ésta parece no registrar la demanda de su hija que sólo necesita de alguien ´que se haga cargo´.
Adele se propone vivir una vida que nunca tuvo y es por eso que elige uno de los barrios más caros, bastante alejado de lo que fue toda su vida, y allí se dará cuenta que tener un nuevo trabajo o un posible nuevo amor no generará los cambios que son necesarios para su realización, sino que los cambios son más de fondo y deben comenzar por la conflictuada relación con su hija, de la que no quiere despegarse.Susan Sarandon nos regala nuevamente otra de sus sobresalientes composiciones, entregándose de lleno a mostrar una Adele inmadura, jovial, impertinente cual adolescente, pero débil, vulnerable ante ciertos cambios, principalmente ante el crecimiento de su hija. Pero es Natalie Portman quien conduce el relato y brilla como Ann, la adolescente casi adulta que soporta las desventuras de su madre hasta minutos antes del final, donde las cosas cambian porque ´deben´ cambiar, para que el crecimiento de ambas se produzca. Correctamente filmada en escenarios originales de Beverly Hills, con sus impactantes mansiones y bellas playas, el filme se ve con agrado, principalmente apoyado en las muy buenas actuaciones de ambas ´mujeres´ protagonistas.
Algo así sucede en “Cambio de vida” (“Anywhere but here”). Ann, una jovencita en plena adolescencia, debe convivir con su madre y soportar sus manejos y chiquilinadas, ya que, por momentos, tiene actitudes y comportamientos inmaduros. Y el estado de ánimo de Ann se refleja constantemente en su pálido rostro y, como reza el título original, su idea es querer estar en cualquier lado menos donde está, y no tanto por el lugar sino por la compañía. Ann y Adele, su ´joven madre´, parten del pueblo donde viven, dejando atrás su pasado que incluye una casa, una familia y toda una historia vivida, para cambiar de vida nada menos que en Beverly Hills. Y es allí donde madre e hija (sin especificar quién se comporta como tal) deberán adaptarse a ese nuevo mundo y convivir entre ellas en forma civilizada, tratando de conciliar, cosa que no ocurre seguido, ni siquiera en el viaje de ida.
Ann vive enojada con su madre y ésta parece no registrar la demanda de su hija que sólo necesita de alguien ´que se haga cargo´.
Adele se propone vivir una vida que nunca tuvo y es por eso que elige uno de los barrios más caros, bastante alejado de lo que fue toda su vida, y allí se dará cuenta que tener un nuevo trabajo o un posible nuevo amor no generará los cambios que son necesarios para su realización, sino que los cambios son más de fondo y deben comenzar por la conflictuada relación con su hija, de la que no quiere despegarse.Susan Sarandon nos regala nuevamente otra de sus sobresalientes composiciones, entregándose de lleno a mostrar una Adele inmadura, jovial, impertinente cual adolescente, pero débil, vulnerable ante ciertos cambios, principalmente ante el crecimiento de su hija. Pero es Natalie Portman quien conduce el relato y brilla como Ann, la adolescente casi adulta que soporta las desventuras de su madre hasta minutos antes del final, donde las cosas cambian porque ´deben´ cambiar, para que el crecimiento de ambas se produzca. Correctamente filmada en escenarios originales de Beverly Hills, con sus impactantes mansiones y bellas playas, el filme se ve con agrado, principalmente apoyado en las muy buenas actuaciones de ambas ´mujeres´ protagonistas.
"Sin aliento", de Jean-Luc Godard: CUANDO EL CÓMO IMPORTA MÁS QUE EL QUÉ (por halbert)
El filme se inicia con un primer plano de la tapa de un diario; detrás de él se esconde Michel Poiccard, "asesino de la ruta 7", el alias con el que la prensa lo publicita. Sin embargo Michel no parece ser el típico asesino inescrupuloso, calculador y frío; más que nada se comporta como un maleante de poca monta que lo único que quiere es cobrar un dinero que le deben. Y durante la hora y media que dura la película, Michel fuma sin parar, escapa de la policía, roba autos y dinero, diserta con su amante Patricia sobre la belleza, la muerte y otros temas (entre otros, que ella está esperando un hijo de él) y se acuesta con ella. La joven, una hermosa norteamericana que trabaja en un diario, lo acompaña en la mayor parte de un filme que cuenta poco.
Pero si bien no estamos frente a una gran historia, sí ante un filme revolucionario por su forma de contar. Godard pertenecía al movimiento conocido como NOUVELLE VAGUE, un grupo de directores y críticos de cine que escribían en la revista Cahiers du cinema y que luego se desarrollaron íntegramente detrás de cámaras, haciendo sus propias películas (Truffaut, Chabrol, Godard, Rohmer y otros). Lo particular de los fundadores de este movimiento es que revolucionaron la forma de hacer cine y se convirtieron en "autores" de sus propias historias, sin la presión de los grandes estudios o productores; contaban lo que querían contar y, principalmente, COMO querían contarlo.
Las características que me parecieron particulares de "Sin aliento" se detallan a continuación:
una acción dramática contínuamente entrecortada, ágil, rápida, donde en muchas ocasiones un mismo diálogo fluido sigue su curso normal, pero la acción salta en espacio y tiempo (por ej. en el viaje en auto que realiza la pareja, o la charla que tienen en el departamento de Patricia);
una cámara que se encuentra en constante movimiento, con travellings y panorámicas que siguen la acción de los protagonistas (se sabe que en más de una ocasión los travellings de Godard se realizaban en silla de ruedas y con la cámara apoyada en sus piernas) ;
la utilización de escenarios naturales, mayormente las calles mismas de París, que incluyen las miradas curiosas de los transeúntes que pasan ante la cámara de un Godard al que no le importa mucho ser visto por ellos;
actuación natural de los protagonistas que no parecen advertir la cámara frente a ellos, salvo en un par de ocasiones en donde Michel le habla a los espectadores y , en el final, Patricia mira fijo a la cámara para luego dar la vuelta e irse.
La historia se cuenta de forma lineal, cronológica, en cuanto a que no se utilizan vueltas hacia atrás o adelante en el tiempo.
Sí se suceden según lo apuntado anteriormente, los cortes constantes en las acciones que se desarrollan, creando elipsis que agilizan tiempos que pueden considerarse muertos, por lo que el filme parece no detenerse nunca en un punto; y si lo hace (como en la larga escena dialogada en el departamento de Patricia) es
de manera tal que la edición muestra lo más relevante de ese momento, omitiendo, por ej., la relación sexual de la pareja o el momento en que se visten para irse.
La historia (basada en una idea de Francois Truffaut) cuenta muy poco; los conflictos parecen no tener demasiado peso o no están muy bien dramatizados, por ej.: el hecho de que ella pueda estar embarazada; el acorralamiento en el que la pone la policía si no delata a Michel; que él no pueda ubicar a la persona que le debe el dinero; el final repentino en donde las últimas palabras del moribundo protagonista no sean más que para insultar a su traidora amante; etc. . Pero sí es interesante que en ese momento final Patricia repita el gesto de pasarse el dedo por sus labios, tan característico de Michel.
En muchas ocasiones, en contraste con los constantes planos entrecortados que duran poquísimos segundos, existen largos planos, casi interminables, que muchas veces demoran la acción o resultan molestos cuando se agota la poca información que contienen.
Intercalados con los planos generales de las calles parisinas, se mezclan primeros planos de los jóvenes rostros de la pareja protagónica: un poco recio Jean Paul Belmondo y una bellísima Jean Seberg.
Dado lo apuntado respecto de lo entrecortado de las imágenes, resulta difícil evaluar el raccord entre tomas, ya que los saltos eliminan la continuidad clásica a la que, como espectadores, estamos acostumbrados.
En resumen podría afirmarse que con "Sin aliento" de Jean-Luc Godard estamos frente a una innovadora obra en la que es más destacable cómo se cuenta una historia que la historia misma.
Pero si bien no estamos frente a una gran historia, sí ante un filme revolucionario por su forma de contar. Godard pertenecía al movimiento conocido como NOUVELLE VAGUE, un grupo de directores y críticos de cine que escribían en la revista Cahiers du cinema y que luego se desarrollaron íntegramente detrás de cámaras, haciendo sus propias películas (Truffaut, Chabrol, Godard, Rohmer y otros). Lo particular de los fundadores de este movimiento es que revolucionaron la forma de hacer cine y se convirtieron en "autores" de sus propias historias, sin la presión de los grandes estudios o productores; contaban lo que querían contar y, principalmente, COMO querían contarlo.
Las características que me parecieron particulares de "Sin aliento" se detallan a continuación:
una acción dramática contínuamente entrecortada, ágil, rápida, donde en muchas ocasiones un mismo diálogo fluido sigue su curso normal, pero la acción salta en espacio y tiempo (por ej. en el viaje en auto que realiza la pareja, o la charla que tienen en el departamento de Patricia);
una cámara que se encuentra en constante movimiento, con travellings y panorámicas que siguen la acción de los protagonistas (se sabe que en más de una ocasión los travellings de Godard se realizaban en silla de ruedas y con la cámara apoyada en sus piernas) ;
la utilización de escenarios naturales, mayormente las calles mismas de París, que incluyen las miradas curiosas de los transeúntes que pasan ante la cámara de un Godard al que no le importa mucho ser visto por ellos;
actuación natural de los protagonistas que no parecen advertir la cámara frente a ellos, salvo en un par de ocasiones en donde Michel le habla a los espectadores y , en el final, Patricia mira fijo a la cámara para luego dar la vuelta e irse.
La historia se cuenta de forma lineal, cronológica, en cuanto a que no se utilizan vueltas hacia atrás o adelante en el tiempo.
Sí se suceden según lo apuntado anteriormente, los cortes constantes en las acciones que se desarrollan, creando elipsis que agilizan tiempos que pueden considerarse muertos, por lo que el filme parece no detenerse nunca en un punto; y si lo hace (como en la larga escena dialogada en el departamento de Patricia) es
de manera tal que la edición muestra lo más relevante de ese momento, omitiendo, por ej., la relación sexual de la pareja o el momento en que se visten para irse.
La historia (basada en una idea de Francois Truffaut) cuenta muy poco; los conflictos parecen no tener demasiado peso o no están muy bien dramatizados, por ej.: el hecho de que ella pueda estar embarazada; el acorralamiento en el que la pone la policía si no delata a Michel; que él no pueda ubicar a la persona que le debe el dinero; el final repentino en donde las últimas palabras del moribundo protagonista no sean más que para insultar a su traidora amante; etc. . Pero sí es interesante que en ese momento final Patricia repita el gesto de pasarse el dedo por sus labios, tan característico de Michel.
En muchas ocasiones, en contraste con los constantes planos entrecortados que duran poquísimos segundos, existen largos planos, casi interminables, que muchas veces demoran la acción o resultan molestos cuando se agota la poca información que contienen.
Intercalados con los planos generales de las calles parisinas, se mezclan primeros planos de los jóvenes rostros de la pareja protagónica: un poco recio Jean Paul Belmondo y una bellísima Jean Seberg.
Dado lo apuntado respecto de lo entrecortado de las imágenes, resulta difícil evaluar el raccord entre tomas, ya que los saltos eliminan la continuidad clásica a la que, como espectadores, estamos acostumbrados.
En resumen podría afirmarse que con "Sin aliento" de Jean-Luc Godard estamos frente a una innovadora obra en la que es más destacable cómo se cuenta una historia que la historia misma.
"En el dormitorio", de Todd Field: DESGARRADORA HISTORIA FAMILIAR (por halbert)
Qué bueno es recibir del país del norte, muy de vez en cuando, filmes como el que nos ocupa. Estamos frente a una producción estadounidense; desde su director Todd Field, hasta casi todos sus intérpretes y artistas participantes delante y detrás de cámaras. Sin embargo el tratamiento que se le da al filme huele a europeo: un tempo pausado, con grandes silencios, poca música incidental, actuaciones medidas pero excelentes, sin la grandilocuencia a que nos tiene acostumbrados el Hollywood de siempre.
Desde el trailer que promociona la película, todo hace pensar que presenciaremos un thriller dramático en la que una familia, compuesta por un matrimonio (Sissy Spacek y Tom Wilkinson) y su único hijo adolescente, se ven acosados por un violento hombre, celoso de que su ex mujer (Marisa Tomei) esté noviando con el joven.
En cambio, Field se centra en el intenso dolor de una familia típica americana y en su gradual desintegración (por motivos que no serán revelados en esta crónica). El hondo vacío al que se ve sometido el matrimonio protagonista, junto a la incomunicación y a la desesperanza provocadas por la crisis, se va convirtiendo de a poco en un deseo de venganza, producto de la impotencia, y principalmente por la injusticia de un sistema que no los ampara. El director elige diferentes momentos en la cotidianeidad del matrimonio para retratar el deterioro de las relaciones: la mujer mirando la TV todo el día sin advertir prácticamente la presencia de su marido, pasando por la pérdida de atención del hombre a todo lo que ocurre a su alrededor.
El elenco está impecable, tanto los secundarios como los protagónicos: desde el matrimonio amigo presente en los momentos difíciles hasta el ex marido violento que no deja en paz a una Marisa Tomei que, en breve pero fundamental participación, entrega una acongojada y débil ex mujer que intenta una nueva vida con un joven.
Pero son los excelentes Spacek y Wilkinson los que llevan adelante el relato con sus estupendas composiciones, y nos transmiten con miradas, silencios, llantos y especialmente en una intensísma discusión, la destrucción interna que padecen.
Con economía de recursos, inusual en este tipo de dramas familiares, el director presenta un filme de impecable factura, contundente por su argumento, y terrible por su tratamiento. Pausada, con poca música y con largas escenas dialogadas, vivimos junto a los protagonistas su descalabro emocional.
"En el dormitorio" deja una sensación de amargura, y nos sume en un silencio inquebrantable al finalizar , principalmente por la identificación que sentimos frente a tan desgarradora historia de la que todos podemos ser víctimas.
Desde el trailer que promociona la película, todo hace pensar que presenciaremos un thriller dramático en la que una familia, compuesta por un matrimonio (Sissy Spacek y Tom Wilkinson) y su único hijo adolescente, se ven acosados por un violento hombre, celoso de que su ex mujer (Marisa Tomei) esté noviando con el joven.
En cambio, Field se centra en el intenso dolor de una familia típica americana y en su gradual desintegración (por motivos que no serán revelados en esta crónica). El hondo vacío al que se ve sometido el matrimonio protagonista, junto a la incomunicación y a la desesperanza provocadas por la crisis, se va convirtiendo de a poco en un deseo de venganza, producto de la impotencia, y principalmente por la injusticia de un sistema que no los ampara. El director elige diferentes momentos en la cotidianeidad del matrimonio para retratar el deterioro de las relaciones: la mujer mirando la TV todo el día sin advertir prácticamente la presencia de su marido, pasando por la pérdida de atención del hombre a todo lo que ocurre a su alrededor.
El elenco está impecable, tanto los secundarios como los protagónicos: desde el matrimonio amigo presente en los momentos difíciles hasta el ex marido violento que no deja en paz a una Marisa Tomei que, en breve pero fundamental participación, entrega una acongojada y débil ex mujer que intenta una nueva vida con un joven.
Pero son los excelentes Spacek y Wilkinson los que llevan adelante el relato con sus estupendas composiciones, y nos transmiten con miradas, silencios, llantos y especialmente en una intensísma discusión, la destrucción interna que padecen.
Con economía de recursos, inusual en este tipo de dramas familiares, el director presenta un filme de impecable factura, contundente por su argumento, y terrible por su tratamiento. Pausada, con poca música y con largas escenas dialogadas, vivimos junto a los protagonistas su descalabro emocional.
"En el dormitorio" deja una sensación de amargura, y nos sume en un silencio inquebrantable al finalizar , principalmente por la identificación que sentimos frente a tan desgarradora historia de la que todos podemos ser víctimas.
"Psicópata americano", de Mary Harron: DÉCADA PSICÓTICA (por halbert)
Quién dijo que los 80`s terminaron? De ninguna manera! Están de regreso de la mano de AMERICAN PSYCHO ("Psicópata americano"), por momentos thriller, comedia de humor negro de a ratos y sátira social en toda su concepción.
Patrick, un yuppie treintañero, narcisista y arrogante, comienza su rutina diaria de ejercicios físicos y aseo personal cual ritual religioso: saltar a la soga, hacer abdominales, darse una larga ducha y aplicarse una inimaginable cantidad de cremas y productos para verse `bien`. Seguramente sus compañeros de trabajo (que son calcos de él) proceden de la misma forma cada mañana. Lo único que posiblemente diferencie a nuestro protagonista es que, en lugar de acompañar todos estos ejercicios con música, lo hace con películas pornográficas y de terror. Su hambre de sangre lo lleva a cometer homicidios de prostitutas, competidores, `homeless` y modelos tontas. Eso sí, siempre preludia cada asesinato haciendo un análisis exhaustivo de los últimos discos de moda: Phill Collins, Whitney Houston, entre otros.
La estética ´ochentista´ está siempre presente: desde la música, por supuesto, hasta los peinados embadurnados con gel, el maquillaje exagerado, la ropa colorida y los boliches con rincones preparados especialmente para drogarse.
La directora retrata la vida vacía de estos jóvenes de alta sociedad, donde el sexo, las drogas, la infidelidad, la competencia desmedida y los restaurantes de moda son los pilares en los que se basan sus vidas.
Sobran escenas antológicas en el filme, desde el triángulo sexual filmado con las prostitutas, hasta el `duelo` de tarjetas personales de los jóvenes empresarios.
Christian Bale se mueve con comodidad en la piel de Patrick y le saca el jugo a su personaje, haciéndolo obsesivo por el orden y la limpieza, especialmente para cuidar que la sangre de sus víctimas no le ensucien la carísima alfombra de su departamento.
Lamentablemente la censura local le arrancó cinco escenas (sí, cinco!!!) que sólo los cinéfilos podrán disfrutar alquilando el DVD, aunque, convengamos: la sangre salpica mejor en pantalla gigante.
Patrick, un yuppie treintañero, narcisista y arrogante, comienza su rutina diaria de ejercicios físicos y aseo personal cual ritual religioso: saltar a la soga, hacer abdominales, darse una larga ducha y aplicarse una inimaginable cantidad de cremas y productos para verse `bien`. Seguramente sus compañeros de trabajo (que son calcos de él) proceden de la misma forma cada mañana. Lo único que posiblemente diferencie a nuestro protagonista es que, en lugar de acompañar todos estos ejercicios con música, lo hace con películas pornográficas y de terror. Su hambre de sangre lo lleva a cometer homicidios de prostitutas, competidores, `homeless` y modelos tontas. Eso sí, siempre preludia cada asesinato haciendo un análisis exhaustivo de los últimos discos de moda: Phill Collins, Whitney Houston, entre otros.
La estética ´ochentista´ está siempre presente: desde la música, por supuesto, hasta los peinados embadurnados con gel, el maquillaje exagerado, la ropa colorida y los boliches con rincones preparados especialmente para drogarse.
La directora retrata la vida vacía de estos jóvenes de alta sociedad, donde el sexo, las drogas, la infidelidad, la competencia desmedida y los restaurantes de moda son los pilares en los que se basan sus vidas.
Sobran escenas antológicas en el filme, desde el triángulo sexual filmado con las prostitutas, hasta el `duelo` de tarjetas personales de los jóvenes empresarios.
Christian Bale se mueve con comodidad en la piel de Patrick y le saca el jugo a su personaje, haciéndolo obsesivo por el orden y la limpieza, especialmente para cuidar que la sangre de sus víctimas no le ensucien la carísima alfombra de su departamento.
Lamentablemente la censura local le arrancó cinco escenas (sí, cinco!!!) que sólo los cinéfilos podrán disfrutar alquilando el DVD, aunque, convengamos: la sangre salpica mejor en pantalla gigante.
"Celebrity", de Woody Allen: COLORIDO MUNDO EN BLANCO & NEGRO (por halbert)
Woody Allen desembarcó en las pantallas con su gran producción: Celebrity. Si bien el filme transcurre en el mundo del show business (o submundo podríamos decir?), básicamente es la historia de dos personas. Lee y Robin son un matrimonio que, ya separado, toma rumbos muy distintos, no muy feliz en el caso de la esposa, ya que decide internarse en un convento, donde hasta el cura que lo preside es una celebridad porque tiene un programa de TV. La histérica mujer quedó destruida luego del divorcio, sin poder haber rehecho su vida.
Vemos en un flashback cómo Lee le pide el divorcio una noche, en un parque, ante la insistencia de ella de escuchar de boca de su marido el nombre de la amante que motiva la decisión, repitiendo: "No me voy a enojar, no me voy a enojar!", sabiendo que va a estallar cuando escuche el nombre de su mejor amiga. Tragicómica y logradísima escena, una de las tantas que tiene a cargo la genial Judy Davis, lo mejor de la película, al igual que la ´lección´ de sexo oral que le da una prostituta para reactivar su vida sexual con su nueva pareja.
Mientras tanto Lee, periodista y escritor, con su ´aparente´ gran vida, se relaciona sexualmente con la fauna de celebridades que le propone el medio en el que se mueve: una estrella de cine ´fiel del cuello para abajo´ según ella, una modelo que se excita con sólo acariciar su mano, una editora de libros, y hasta una cama de a cuatro armada por Leonardo Di Caprio con dos amiguitas. Finalmente, la única mujer de la que queda prendado es la que lo convierte en el engañado y no en el engañador, papel que mejor desempeñaba hasta el momento.
A lo largo del filme vemos el peregrinar de Lee y Robin que luchan por seguir adelante con sus destinos, cada uno por su lado: el primero sin conseguirlo (la única copia de su novela es arrojada al río por su abandonada amante de turno) y Robin logrando una metamorfosis física y espiritual, convertida de la noche a la mañana en una celebridad que conduce un famoso programa de entrevistas, dirigida por su flamante esposo.
El encuentro final del ex matrimonio en el hall del cine resulta perfecto, en contrapunto de un anterior cruce en otro hall, cuando la situación de ambos era diferente, resultando los roles de desgraciada ella y feliz él totalmente intercambiados en esta oportunidad. "El amor es cuestión de suerte", le dice Robin a su ex, justificando su éxito, convertida en ´el tipo de mujer que antes odiaba´, y sin sentir culpa por ello.
El filme se cierra igual que como empezó: con el pedido de SOCORRO que la estela de un avión describe en el cielo, sólo que esta vez cobra un sentido particular cuando vemos a Lee desolado, observando la pantalla, paradójicamente solo en medio de una sala de cine atestada de gente que disfruta de la película, menos él. Exquisita ironía tramada por el ingenio de un Woody Allen que reflexiona que el destino nos puede deparar la vida que menos sospechamos.
El por qué Allen no filmó en color no tiene una respuesta concreta; ya lo había hecho antes en "Manhatan", "Broadway Danny Rose" o "Zelig", entre otras. Podríamos creer que el ´colorido´ mundo de las estrellas está retratado en blanco y negro, mostrando lo gris que resulta pertenecer a ese medio banal, vacío, superficial, en el que pocos se salvan, y del que el mismo Allen se mantiene al margen (aunque es una celebridad a pesar de no quererlo).
La típica banda de sonido que caracteriza a todos sus filmes, jazz y música clásica, está presente y, junto a la fotografía, constituyen lo mejor de la parte técnica de CELEBRITY.
La nombrada Davis secunda perfectamente al inglés Kenneth Brannagh, éste último copiando los movimientos y tonos del mismo Woody (el rol fue escrito para Alec Baldwin, que no pudo participar del filme). Además de los mencionados, aparecen en pequeños papeles Winona Ryder, Melanie Griffith, Joe Mantenga, las bellísimas Charlize Theron y Fammke Jansen, y Bebe Neueerth, entre otros.
Celebridades o no celebridades, esa no es la cuestión. Ninguno de nosotros está exento de transitar el insospechado e incierto camino que tenemos por delante y que desconocemos. Ni vos Woody.
Vemos en un flashback cómo Lee le pide el divorcio una noche, en un parque, ante la insistencia de ella de escuchar de boca de su marido el nombre de la amante que motiva la decisión, repitiendo: "No me voy a enojar, no me voy a enojar!", sabiendo que va a estallar cuando escuche el nombre de su mejor amiga. Tragicómica y logradísima escena, una de las tantas que tiene a cargo la genial Judy Davis, lo mejor de la película, al igual que la ´lección´ de sexo oral que le da una prostituta para reactivar su vida sexual con su nueva pareja.
Mientras tanto Lee, periodista y escritor, con su ´aparente´ gran vida, se relaciona sexualmente con la fauna de celebridades que le propone el medio en el que se mueve: una estrella de cine ´fiel del cuello para abajo´ según ella, una modelo que se excita con sólo acariciar su mano, una editora de libros, y hasta una cama de a cuatro armada por Leonardo Di Caprio con dos amiguitas. Finalmente, la única mujer de la que queda prendado es la que lo convierte en el engañado y no en el engañador, papel que mejor desempeñaba hasta el momento.
A lo largo del filme vemos el peregrinar de Lee y Robin que luchan por seguir adelante con sus destinos, cada uno por su lado: el primero sin conseguirlo (la única copia de su novela es arrojada al río por su abandonada amante de turno) y Robin logrando una metamorfosis física y espiritual, convertida de la noche a la mañana en una celebridad que conduce un famoso programa de entrevistas, dirigida por su flamante esposo.
El encuentro final del ex matrimonio en el hall del cine resulta perfecto, en contrapunto de un anterior cruce en otro hall, cuando la situación de ambos era diferente, resultando los roles de desgraciada ella y feliz él totalmente intercambiados en esta oportunidad. "El amor es cuestión de suerte", le dice Robin a su ex, justificando su éxito, convertida en ´el tipo de mujer que antes odiaba´, y sin sentir culpa por ello.
El filme se cierra igual que como empezó: con el pedido de SOCORRO que la estela de un avión describe en el cielo, sólo que esta vez cobra un sentido particular cuando vemos a Lee desolado, observando la pantalla, paradójicamente solo en medio de una sala de cine atestada de gente que disfruta de la película, menos él. Exquisita ironía tramada por el ingenio de un Woody Allen que reflexiona que el destino nos puede deparar la vida que menos sospechamos.
El por qué Allen no filmó en color no tiene una respuesta concreta; ya lo había hecho antes en "Manhatan", "Broadway Danny Rose" o "Zelig", entre otras. Podríamos creer que el ´colorido´ mundo de las estrellas está retratado en blanco y negro, mostrando lo gris que resulta pertenecer a ese medio banal, vacío, superficial, en el que pocos se salvan, y del que el mismo Allen se mantiene al margen (aunque es una celebridad a pesar de no quererlo).
La típica banda de sonido que caracteriza a todos sus filmes, jazz y música clásica, está presente y, junto a la fotografía, constituyen lo mejor de la parte técnica de CELEBRITY.
La nombrada Davis secunda perfectamente al inglés Kenneth Brannagh, éste último copiando los movimientos y tonos del mismo Woody (el rol fue escrito para Alec Baldwin, que no pudo participar del filme). Además de los mencionados, aparecen en pequeños papeles Winona Ryder, Melanie Griffith, Joe Mantenga, las bellísimas Charlize Theron y Fammke Jansen, y Bebe Neueerth, entre otros.
Celebridades o no celebridades, esa no es la cuestión. Ninguno de nosotros está exento de transitar el insospechado e incierto camino que tenemos por delante y que desconocemos. Ni vos Woody.
lunes, 15 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Entradas (Atom)