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Luego de haber estado bajo las órdenes de directores de la talla de David Cronenberg, Peter Jackson, Gus Van Sant, entre otros, Viggo Mortensen se le anima a una debutante directora argentina, Ana Piterbarg.
Habiéndolo conocido por casualidad en la puerta del Club San Lorenzo de Buenos Aires, Piterbarg no dudó en aprovechar la ocasión para decirle a Viggo que tenía un guión para él, y así empezó todo.
Como una especie de thriller psicológico y dramático, con el Delta del Tigre bonaerense como escenario principal, el planteamiento del guión propone un conflicto que se apoya en el cambio de identidades.
Pedro y Agustín son dos gemelos que transitan sus vidas de modo antitético: uno es un delincuente que vive solo en una isla, tiene una colmena y está seriamente enfermo; el otro es un pediatra de clase media, casado y a punto de ser abandonado por su mujer (Soledad Villamil).
La visita inesperada e intempestiva de Pedro en la casa de Agustín desatará entre los hermanos un destino del que no podrán volver. Por cuestiones que no serán develadas aquí, Agustín, el médico, deberá ocupar el lugar de su hermano Pedro, y sumergirse en el submundo criminal de éste, corriendo los riesgos del caso, en el que pondrá en juego su vida.
La trama se torna más interesante cuando Agustín tiene que tomar el lugar de su hermano, generando el suspenso por ver si quedará evidenciada su verdadera identidad ante las personas que lo conocen. Y ello es algo que la directora sabe manejar muy bien, porque cuando el resto de los personajes nota que “Pedro actúa raro”, no se lo hacen saber, sino que las miradas se tornan dudosas, y uno como espectador no sabe si el engaño del protagonista ha sido desenmascarado o no.
Aunque tiene un intenso clímax, el final puede resultar algo desconcertante, y no tanto en el buen sentido.
Técnicamente, la ópera prima de Piterbarg es intachable: no sólo la fotografía de Lucio Bonelli permite adentrarnos en el oscuro y gris paisaje isleño, sino que uno de los hallazgos principales es la música de Federico Jusid y Lucio Godoy, que genera sórdidas atmósferas de dramatismo y suspenso, perfeccionando las escenas con su inclusión.
Viggo Mortensen aporta su valiosa presencia a la película, aunque no se note para nada su internacionalidad, ya que su español es perfecto. El doble rol que debe cumplir es desarrollado con equilibrio, aunque cierta parquedad en ambos personajes pareciera ser heredada de la propia mesura del actor.
Daniel Fanego es el antagonista perfecto y está a la misma altura (o mejor) que el astro estadounidense, y es leve la participación del español Javier Godino.
Sofía Gala Castiglione tiene una trascendental presentación como rol secundario; resulta fundamental su personaje para el devenir de la historia y su desenlace. Con todo el prejuicio que puede implicar su participación en este filme (más que nada por ser hija de la mediática vedette Moria Casán) sale airosa como actriz, teniendo que compartir la mayoría de las escenas con Mortensen, cosa que hace muy bien. Lamentablemente, el personaje de Villamil tiene muy poco peso en la historia, y el grueso del coprotagonismo se lo lleva así la joven Sofía, erigiéndose como una impensada partenaire.
Producida por el mismo tándem de la galardonada “El secreto de sus ojos”, “Todos tenemos un plan” puede llegar a decepcionar a los fanáticos de Mortensen, o a los fans de la nombrada “El secreto…” o a los que quieran entretenerse con un filme policial. Más que nada, la película seducirá a quienes gusten de un thriller seco, introspectivo, sin enorme parafernalia, pero de admirable puesta en escena.
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