La historia tiene lugar en una Buenos Aires de 1952, rodeada por la noticia de la agonía de Eva Perón. Dos detectives-amigos, Corvalán (Darín) y Santana (Diego Peretti) se dedican a resolver casos menores de esposos traicionados o esposas engañadas. Un día, Corvalán recibe a una clienta sexy (Julieta Díaz, que como femme fatal no da), con un planteo oscuro (y poco claro para el espectador) que incluye gangsters, tiros, asesinatos, traiciones y todos los ingredientes típicos de los policiales negros de esa época, y a partir de allí todo lo que suceda con el detective tendrá que ver con este caso hasta el dramático (?) final.
Cuesta tener identificación y empatía con los personajes, por lo que el drama que pueda estar viviendo el protagonista (además del entuerto en el que se ha metido) no llega al espectador: ni su relación con una amigovia (Andrea Pietra) - que puede estar engañándolo sentimentalmente- ni sus visitas a un geriátrico donde se halla su padre enfermo (Walter Santa Ana), ni su amistad con su socio o la devoción por Lobo, su perro.
Hay mucha prolijidad en todo lo concerniente a la puesta en escena: la dirección artística y el vestuario, recreando aquella Buenos Aires de los cincuenta, o la dirección musical del propio hijo de Mignogna, Juan Ponce de León (sí, el de Verano del 98), pero no alcanza si la historia que se nos está presentando carece de conflicto y, principalmente, de un antagonista claro que se enfrente al protagonista, más que anónimos hombres de negro con pistolas o ametralladoras, que responden a un capo mafia al que se lo muestra únicamente por foto o en un plano lejano.
La sorpresa del final (para el espectador más aguzado, ni eso) y el buen uso de los recursos técnicos (principalmente la fotografía oscura y desaturada) no salva a "La señal" de ser una película fría, poco entretenida y carente de emoción. Sí vale como tributo a su fallecido autor al que Darín y Hodara, generosamente, dedican en el último plano que cierra la función. Hasta siempre Eduardo!