jueves, 12 de febrero de 2009

Crítica - "El curioso caso de Benjamin Button", de David Fincher: PEQUEÑO GRAN HOMBRE (por halbert)

“El Curioso Caso de Benjamin Button” surgió como un relato breve escrito en los años 20 del siglo pasado por F. Scott Fitzgerald quien, a su vez, se inspiró en una cita de Mark Twain: “La vida sería infinitamente más alegre si pudiéramos nacer con 80 años y nos acercáramos gradualmente a los 18”.
En este filme de David Fincher, conocido primero como director de videos musicales, hasta consagradas historias fílmicas como “Pecados capitales”, “El club de la pelea”, “La habitación del pánico” o “Zodíaco”, asistimos a la vida de Benjamin (extraordinario Brad Pitt), un niño nacido en Nueva Orleans al final de la Primera Guerra Mundial y abandonado por su padre por ser diferente. Cuando su madre fallece en el parto, su padre, horrorizado por su aspecto, lo abandona en Nolan House, un retiro para ancianos regenteado por Queenie (oscarizable interpetación de Taraji P. Henson), una adorable mujer que lo adopta como su hijo. Benjamin ha nacido completamente envejecido y, a medida que pasa el tiempo, nos damos cuenta de que está creciendo al revés, rejuveneciendo con el paso de los años. En verdad, es un niño atrapado en el cuerpo de un anciano. Benjamin conoce a Daisy cuando ambos son niños y ella va a visitar a su abuela a Nolan House. Ella ve más allá del aspecto exterior de Benjamin y lo trata como el niño que en verdad es. Tendrán que pasar muchos años para que Benjamin y Daisy se reencuentren en un punto intermedio de sus procesos de crecimiento que posibilite su historia de amor.
Junto con Queenie, Benjamin es criado por los ancianos y ancianas con todas sus aventuras y lecciones de vida. A medida que pasan los años, Benjamin deja atrás a Queenie, a Daisy y a todos sus amigos del hogar de ancianos y sale al mundo cuando es invitado por el capitán de un buque de carga a trabajar con él. El Capitán Mike se convierte en otro “padre” para Benjamin, que lo introduce en el mundo del mar, pero también en el mundo de los placeres de la vida (léase alcohol y mujeres) .
A través de los viajes de Benjamin en el remolcador, la propia trayectoria de una adulta Daisy (Cate Blanchett) que se ha convertido en eximia bailarina, la lleva a Nueva York, donde se une a una compañía de baile. Los caminos de Benjamin y Daisy se separan y convergen varias veces durante su vida, hasta que llegan a permanecer juntos.
Lo que más sobresale de este producto es la factura técnica; el maquillaje y los efectos visuales resultaron primordiales para poder contar esta historia, ya que Pitt interpreta el rol de principio a fin, salvo a partir de que el personaje ya es un niño de 10 años y hasta el final del filme donde es un bebé. Con varios resabios de un estilo Forrest-Gumpesco (se nota la pluma del mismo guionista) esta película resulta poco emocionante, a pesar de contar una historia llena de emociones. Esta contrariedad se debe, tal vez, a la poca química entre Brad y Cate (excelente actriz, pero algo fría para este personaje), además de la extensa duración del filme que se alarga sin mucho sentido y agrega situaciones que no aportan al relato central y sólo sirven para sumar personajes secundarios que se cruzan con el principal. Sin embargo, eso no opaca la maestría de Fincher en la dirección, presentando una película algo pretenciosa desde el guión, pero que logra entretener, emocionar a medias y reflexionar sobre el paso del tiempo, tema crucial, especialmente en este nuevo y botoxeado milenio.

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