martes, 4 de noviembre de 2014
Crítica - "Elsa & Fred" (2014), de Michael Radford: DOS GRANDES DE LA ACTUACIÓN, EN EL ESPLENDOR (por halbert)
Shirley MacLaine ha cumplido ocho décadas de edad este año. De esas ocho, seis las ha pasado trabajando en cine y teatro, convirtiéndose en una leyenda viviente. Brilló en “El apartamento” (1960) e “Irma, la dulce” (1963), ambas del gran Billy Wilder, así como también en “Momento de decisión” (1977), de Herbert Ross. En todas ellas fue nominada al Oscar, sin poder ganarlo. El triunfo vendría con la recordada “La fuerza del cariño” (1982), de James L. Brooks, comedia dramática que le valió la estatuilla dorada por su rol de Aurora, esa insoportable y querible madre que tiene conflictos con su única hija, pero que da todo por ella cuando el drama aparece.
Esta vez, Shirley compone un rol típico de Oscar, y ojalá podamos volver a verla en la famosa “red carpet” de las premiaciones, porque su actuación en esta “Elsa & Fred” bien lo merece. Aquí, el protagonismo lo comparte con el experimentadísimo Christopher Plummer, en una nueva versión de la película argentina rodada en 2005 por Marcos Carnevale y protagonizada por la recientemente fallecida China Zorrilla y el español Manuel Alexandre.
"Elsa & Fred" es una historia de amor en la tercera edad, en la que un octogenario viudo es “depositado” por su hija (Marcia Gay Harden) en un departamento más pequeño que el que ocupaba con su esposa. Angustiado y desconcertado por su nueva realidad, el viejo Fred actúa como un cascarrabias, ladrándole a quien se le cruce.
Pero a poco de mudarse conoce a Elsa, su vecina de casi su misma edad, una sociable, arrolladora y vital mujer (y simpáticamente mitómana) que intenta aprovechar la vida al máximo, dentro de sus posibilidades, y se entromete en la vida de Fred, que se deja llevar por el vértigo que desprende su nueva amiga y empiezan a socializar, a salir a pasear, a comer, a conocerse, casi como dos adolescentes. Elsa le manifiesta su deseo de parecerse a la actriz Anita Ekberg y recrear una escena del clásico de Fellini “La dolce vita”, lo que le da a Fred una gran idea y le prepara una gran sorpresa. Pero el espectador también se sorprenderá con un giro en la trama y la comedia irá mutando a drama, y a cambiar la sonrisa por una lágrima.
Esta remake, coprotagonizada también por George Segal, Scott Bakula y Chris Noth, está asentada mayormente en las calles de Nueva Orleans, y sumando la belleza de la ciudad de Roma, está producida por los argentinos Nicolás Veinberg y José Levy, los mexicanos Matthías Ehrenberg y Ricardo Kleinbaum y el puertoriqueño Osvaldo Rios, y la dirige nada menos que Michael Radford, responsable de importantes obras como “1984” (1984); diez años después, “El cartero” (1994), y diez años después “El mercader de Venecia” (2004).
Hoy, a diez años de esta última, nos encontramos con otro gran filme del director que, si bien tiene algunos elementos convencionales en su guión, el carisma de esos dos “monstruos” de la pantalla, como lo son Shirley y Christopher, valen toda la película. La fantástica química que se entreteje entre ambos protagonistas, sumadas a divertidas escenas y diálogos entre ambos, es lo más sugestivo de este encantador filme que no defrauda, que deja un dulce sabor al encontrarnos con una historia que nos muestra que puede existir el amor en los años últimos de la vida. Claro que nada es eterno y a veces, el inexorable final, tiñe de tristeza y melancolía la pantalla, pero con la certeza de haber transitado una historia romántica y haber hecho feliz al ser querido.
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