ATENCIÓN: SPOILER / CONTIENE INFORMACIÓN SOBRE EL ARGUMENTO DEL FILME.
La secuencia del tsunami no tarda en llegar y es francamente avasalladora: irrumpe al igual que la gigantesca ola y petrifica al espectador, que sufre, se golpea y siente dolor junto a los personajes, gracias a la inclusión de imágenes y (especialmente) sonidos que recrean la catástrofe con sorprendente realismo.
El filme es muy duro y apenas es concesivo con el espectador, que siente como propios los pesares de la familia Bennett.
En medio del caos y el dolor, son muchas las familias desmembradas y las personas desaparecidas, pero en ese cataclismo no falta la solidaridad y el sentido de humanidad, dando cuenta de cómo reacciona la condición humana frente a una tragedia, y cómo sostener una mano, acompañar a otro, prestar un teléfono, se transforman en muestras de heroísmo en ese descalabrado entorno. Aunque también se ven algunas (pocas) muestras de mezquindad y egoísmo, tal vez, justificados por la situación límite que enfrentan los personajes, por lo que es atinado no mostrar juicios de valor al respecto.
Las actuaciones son un soporte importantísimo del filme: los personajes deben atravesar momentos de hondo pesar, de trágica incertidumbre, de horror ante el desamparo al que están expuestos. Resultan profundamente emotivas (y creíbles) muchas de las escenas que tienen a su cargo tanto Naomi Watts como Ewan McGregor y el pequeño Tom Holland, que se exponen emocional y físicamente. Este brillante terceto (junto a los dos pequeños actorcitos que hacen de los otros hijos del matrimonio) arranca francas lágrimas entre el público, que enmudece ante tamaña circunstancia que sufren estos personajes.
El director tiene la habilidad de narrar una historia que, en sí misma, es muy pequeña; el conflicto es claro y contundente: una familia se enfrenta ante los avatares de la naturaleza y debe lograr, como pueda, su salvación. Punto, no hay más que eso; todo el filme recorre esas primeras horas de descalabro y un par de días post cataclismo. Sin embargo, Bayona se encarga de llevarnos de las narices y hacer que ese conflicto sea también del espectador, que sufre a la par ellos: primero, ante el impacto del agua viniéndoseles encima (y todo lo que arrastra); y luego, con el intento de supervivencia y de hallarse con vida unos a otros.
Bayona es un cineasta perspicaz e intuitivo, un director metódico que acierta en mostrar y elipsar lo suficiente como para provocar la incertidumbre y el desasosiego necesarios para atrapar al auditorio (habiéndolo logrado justificadamente con su ópera prima); pero puede resultar, en este caso, algo tramposo, porque en la escena en la que la cama que ocupaba la madre en ese hospital improvisado aparece vacía (como símbolo de su defunción), intervienen sentimientos muy profundos de un niño que cree que su madre ha fallecido, y ese dolor trasciende a la platea, que puede sentirse, luego, estafada (al igual que cuando hace que los personajes tarden en reencontrarse en el hospital). Además, en alguna que otra secuencia (especialmente llegando al desenlace), la potente música de Fernando Velázquez resulta algo omnipresente y corre el riesgo de parecer manipuladora.
Sin embargo eso no empaña la hazaña del director de presentar esta historia, que deja al espectador con la boca abierta pero sin decir nada, porque la sala de cine queda enmudecida cuando las luces se encienden, mientras vemos, durante los créditos finales, la foto de la verdadera familia que atravesó esa tragedia. El público queda extenuado ante tamaño acontecimiento cinematográfico, especialmente porque cae en la cuenta de que todo lo que vio fue vivido realmente por gente que tuvo la maldita suerte de estar en el lugar y día equivocados.
Seguramente, Bayona no alcance ninguna nominación a los premios “importantes” de la industria cinematográfica con este filme; pero sería injusto que esta vez Naomi Watts no levante, finalmente, la famosa estatuilla dorada que, hace años, merece. Si Gwyneth Paltrow la consiguió con su apasionado cuento shakesperiano, la Watts merecería tener tantos trofeos como personajes ha encarnado…
1 comentario:
Pareciera increible que actrices como Paltrow ya tengan un Oscar y actrices de la talla de Watts aun no... No he visto el film (y qué ganas de verlo ya), pero no dudo en la actuacion de Naomi, siempre borda sus personajes. Te doy la razon en que Bayona es un director que busca de una u otra manera 'eclipsar' la pantalla y sumergir al espectador con varias emociones.
Un abrazo.
Publicar un comentario