martes, 24 de junio de 2008

Crítica - Análisis "Kagemusha", de Akira Kurosawa: ADMIRABLE PUESTA EN ESCENA AL SERVICIO DEL RELATO (por halbert)

"KAGEMUSHA" cuenta las situaciones por las que pasa un clan japonés durante una guerra a fines del siglo XVI. Lo que sucede es que los 160 minutos que dura el filme de Akira Kurosawa resultan extremadamente densos por la falta de elipsis en muchas escenas, en donde se muestran completas muchas acciones que podrían omitirse, y por el ritmo con el que se presentan las mismas. Esto tiene que ver con la duración de los planos en pantalla y su yuxtaposición, o sea, el ritmo externo, y también por el ritmo interno de muchísimas tomas (principalmente las que no pertenecen a las batallas).

El guión es interesante y, aunque el filme es de 1980, año en que recibió la Palma de Oro en Cannes, no es de lo más original, pero no le quita atractivo. El argumento es bastante bueno, especialmente en su punto de partida, aunque la forma de llevarlo a lo largo de su extensa duración es irregular y con momentos demasiado lentos.

Todo se inicia con un PGC (Plano General Cercano) con cámara fija, que dura casi 5 minutos, en donde se presenta de entrada y por diálogo, el conflicto de todo el filme: la inminente muerte de Shingen, el ya débil líder del Clan Takeda, y la propuesta de su hermano de reemplazarlo por un ladrón que se le parece, para que el clan no se desmorone. El gran parecido físico del bandido con el líder es tal, que es elegido y preparado para hacer creer a los enemigos que el gran señor sigue vivo.
El cuadro de esta escena inicial (o planosecuencia) está compuesto de una forma que se irá repitiendo, con características similares, en muchos cuadros sucesivos del filme, conteniendo planos generales y enteros, una cámara fija sobre sujetos casi inmóviles, composiciones simétricas, equilibrio constante en el cuadro y, en cuanto al audio, largos silencios.

Las escenas de batallas tienen un tratamiento diferente. Si bien aquí también se nota un particular cuidado por la composición del cuadro, las tomas son algo más cortas, la cámara acompaña con paneos con seguimiento a los personajes y, junto al sonido directo de los gritos de los soldados, se escucha una música incidental, leit motiv del filme en diferentes variaciones. El color está utilizado de forma estética: estandartes rojos, violetas y verdes cargados por masas de soldados que avanzan en el frente de batalla; monturas de colores de los caballos; cielos rojos saturados en los atardeceres, funcionando como fondo de pantalla y recortándose las siluetas de los soldados cual figuras chinas.
Hay un momento particular de una pesadilla que sufre el falso líder, donde se mezclan imágenes casi surrealistas en cámara lenta con mucha saturación de color, con sonido distorsionado del viento y el agua, reverberando. Y otro particular momento al echar al río el cuerpo del difunto líder, donde una bruma blanca y espesa tapa la acción, pero por sonido escuchamos el jarrón con el cuerpo que cae al agua.

El ataque final del clan Takeda se muestra haciendo avanzar a su ejército de derecha a izquierda de cuadro; siempre es tomado por la cámara de frente o del costado derecho y sus soldados son reconocibles por sus estandartes rojos, verdes y violetas. Haciendo lo mismo con el ejército enemigo, estos son tomados de izquierda a derecha, apuntando sus armas hacia derecha de cuadro.
La lucha se presenta con paneos en cámara lenta sobre los hombres y caballos tirados, muriéndose, con sonido de trompeta y tambores. Un emocionante final cierra el filme de Kurosawa, que peca de moroso para cierto público occidental, pero da cátedra de composición de cuadro y puesta en escena con sus bellas y apabullantes imágenes.

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