(* *) RegularDispuestos a continuar filmando bodrios, tanto Robert De Niro como Al Pacino (grandes figuras del cine, reconocidos por históricos y excelentes filmes como Toro Salvaje o Tarde de perros, por citar dos títulos al azar de sus extensas filmografías) entregan un policial con supuesto final sorpresa, uno más de entre tantos. Y es que viniendo de parte de ellos, se pretende, a esta altura, que participen sólo de filmes brillantes, y éste no es el caso.
A pesar de sus años de experiencia en el departamento de policía de Nueva York, dos detectives se enfrentan a un extraño caso: un conocido cafisho aparece muerto y parece estar vinculado a un antiguo caso ya resuelto por ellos.
Tal como había ocurrido en aquel momento, la víctima es un presunto delincuente y, en la escena del crimen ha dejado un poema que justifica el asesinato. Gracias a estas similitudes entre varios crímenes, los detectives consiguen descubrir que están frente a un asesino que se encarga de “hacer justicia por mano propia” con aquellos delincuentes que no han recibido la condena correspondiente.
De entrada se sabe (por una grabación de video que abre el filme) que el personaje de De Niro se hace cargo de las muertes, por lo que no queda espacio para descubrir quién es el asesino, pero... no todo queda allí. Entretenida, actuada con oficio, pero pobre.
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