La biología marina estudia los seres vivos que habitan los ecosistemas marinos.
Los océanos cubren el 71 por ciento de la corteza terrestre, y se estima que sólo se ha investigado, hasta ahora, un 5 por ciento de la vida en los mismos.
Jacques Cousteau fue un oficial naval francés, explorador e investigador que estudió el mar y varias formas de vida conocidas en el agua. Reveló la vida submarina a través de más de 115 documentales de televisión y películas para el cine, desde los años 50 en adelante.
En este joven siglo 21 y con inusual belleza en este tipo de documentales, otros dos franceses también llamados Jacques, los directores Jacques Perrin y Jacques Cluzaud, utilizaron 4 años de sus vidas para presentar este impecable documental sobre la vida en los océanos, y parecen hacer actuar a muchos de los protagonistas de este distinguido filme, dado que se presencian situaciones que parecen ficcionadas entre los habitantes de la fauna marina, como si los directores les indicaran qué hacer cuando la cámara se enciende.
Con inmenso cuidado en la composición de encuadres, ya sea terrestres, aéreos o submarinos, nada parece librado al azar, todo parece recreado para la película: la cruenta pelea del cangrejo que le cuesta la vida; la horda de delfines surcando las olas por arriba y por debajo de la superficie; la desesperada carrera hacia el mar de las pequeñas tortuguitas recién nacidas que son alcanzadas por las gaviotas que se precipitan sobre ellas…
La cámara cobra vida al igual que la fauna que retrata: fraterniza con los delfines, bailotea con las ballenas, nada con los atunes, juega con los cardúmenes…
Con elementos de registro de alta generación, ya sea cámaras de alta definición especialmente diseñadas para el mundo submarino, hasta mini-helicópteros con cámaras de 35 mm o una grúa con cabeza giro-estabilizada para filmar el mar embravecido al ras de las olas, “Océanos” invita a un mundo (aparentemente) conocido por todo el público a través de cientos de documentales televisivos.
Jacques Cousteau fue un oficial naval francés, explorador e investigador que estudió el mar y varias formas de vida conocidas en el agua. Reveló la vida submarina a través de más de 115 documentales de televisión y películas para el cine, desde los años 50 en adelante.
En este joven siglo 21 y con inusual belleza en este tipo de documentales, otros dos franceses también llamados Jacques, los directores Jacques Perrin y Jacques Cluzaud, utilizaron 4 años de sus vidas para presentar este impecable documental sobre la vida en los océanos, y parecen hacer actuar a muchos de los protagonistas de este distinguido filme, dado que se presencian situaciones que parecen ficcionadas entre los habitantes de la fauna marina, como si los directores les indicaran qué hacer cuando la cámara se enciende.
Con inmenso cuidado en la composición de encuadres, ya sea terrestres, aéreos o submarinos, nada parece librado al azar, todo parece recreado para la película: la cruenta pelea del cangrejo que le cuesta la vida; la horda de delfines surcando las olas por arriba y por debajo de la superficie; la desesperada carrera hacia el mar de las pequeñas tortuguitas recién nacidas que son alcanzadas por las gaviotas que se precipitan sobre ellas…
La cámara cobra vida al igual que la fauna que retrata: fraterniza con los delfines, bailotea con las ballenas, nada con los atunes, juega con los cardúmenes…
Con elementos de registro de alta generación, ya sea cámaras de alta definición especialmente diseñadas para el mundo submarino, hasta mini-helicópteros con cámaras de 35 mm o una grúa con cabeza giro-estabilizada para filmar el mar embravecido al ras de las olas, “Océanos” invita a un mundo (aparentemente) conocido por todo el público a través de cientos de documentales televisivos.
Sin embargo, y como dicen sus propios autores, el filme “quiere ser una sinfonía natural donde la diversidad y los colores de la fauna salvaje aparecen en total libertad”. Indudablemente, lo cumple con creces, e invita a ser disfrutado (muchísimo más) en pantalla de cine.
Casi finalizando el filme, en la galería de un museo de historia natural, los ojos de cristal de la enorme cantidad de especies marinas extintas, parecen interrogar a un anciano y a un niño (el mismo Perrin con su nieto) que los están mirando.
Con un fuerte mensaje ecológico, la película resulta un regocijo para la vista y los oídos, pero también un fuerte alerta sobre la convivencia en paz entre el hombre y la enorme, vasta y bella fauna marina.
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