
Wilson cumple a la perfección con el rol que otrora se hubiese otorgadoAllen para sí mismo hace 25 o 30 años atrás. Está todo el tiempo en pantalla, participando de todas las escenas del filme, y lleva ese protagonismo con hidalguía, y permitiéndose un rol sin los excesos a los que nos puede haber acostumbrado en gran parte de su filmografía.
Marion Cotillard, como Adriana, la musa inspiradora de Picasso, exuda belleza y refinamiento, sensualidad, delicadeza y elegancia en cada uno de sus momentos compartidos con el protagonista. No así Carla Bruni, la actual primera dama de Francia, que en el papel de una guía de turismo sólo cumple con decir un texto sin que resulte atrayente o exclusiva su breve participación.
Midnight in Paris es una carta de amor de Allen a la Ciudad Luz, a la cual él equipara a su bienamada Nueva York. Y también es un filme para aquellos amantes de la cultura (léase pintura, música, literatura, cine, escultura, etc.), dada la importante presencia de referentes de todas esas ramas del arte. Con una idea excelente y una historia muy bien intencionada (esto es lo que le vale un punto extra en esta crítica), Allen vuelve a salir airoso y regala un cuento de fantasía en una de las ciudades mágicas europeas.
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Holiiisss
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