lunes, 22 de junio de 2009

Crítica - "Entre los muros" (2008), de Laurent Cantet: SER DOCENTES HOY (por carla dulfano)

(NOTA DEL EDITOR: Los contenidos del presente post refieren especificamente a la opinión de quien lo escribió)

Gracias Carla Dulfano por tu desinteresado aporte a este blog!


Entre los Muros es casi el “reality” de un colegio donde un profesor de francés trata de enseñar a unos adolescentes que no quieren aprender o no les interesa. El guión fue escrito por un profesor de francés (en la vida real) y los intérpretes son alumnos reales que hicieron un taller de teatro en esa escuela, y se quedaron muchos días después de hora para filmar (cero costo en personal actoral, felicitaciones al productor). La escuela es estatal y está en los suburbios de Paris, altamente poblada de inmigrantes y franceses de bajos recursos (lejos de las clases más acomodadas). Las escenas transcurren en tiempo real, o sea que diez minutos de clase son diez minutos de película. Todo el tiempo los alumnos le cuestionan al profesor lo que les enseña (lo que vulgarmente se diría: “le buscan el pelo al huevo”), en vez de aprovechar la oportunidad que la educación les da de tener una vida mejor que la que tuvieron sus padres.
La película denuncia que los chicos pasan de año sin saber nada, sólo porque el director tiene miedo de que los padres se le pongan en contra y “no quiere problemas”. Y cuenta a las claras que al Estado no le interesa educar, sólo entretener, y por eso el sistema burocrático le quita autoridad al docente. El maestro está solo. Lo que se genera en el auditorio del cine es una indignación que va creciendo, debido a la asimetría de derechos entre el profesor y los alumnos. Los chicos pueden decirle cualquier cosa al profesor, incluso “cabrón”.Pero cuando el profesor se exaspera (mucho después de lo que se exaspera el espectador) y les dice “zorras” a dos alumnas, los alumnos arman un escandalete que pone en riesgo la estabilidad laboral del docente. Al igual que en las películas de terror, uno se identifica con la víctima (el profesor) y así como en en ellas uno tiene ganas de gritarle al protagonista: “¡Cuidado que el asesino está detrás!”, en esta película uno tiene ganas de gritarle: "¡Ponéle 10 amonestaciones!, ¡No dejes que te grite!, ¡Cuidado con el alumno del fondo que te está poniendo a prueba!, ¡No te enganches con el llanto de la de adelante que es un manejo para hacerte sentir culpable!, ¡Guarda que viene el director por el pasillo, hacélos sentar rápido!".Entre los muros termina de concientizarnos de que sin el respaldo institucional a la autoridad del maestro, los chicos no pueden aprender nada. Cada clase que el profesor quiere dar, los alumnos se la boicotean: “¿por qué hay que aprender a usar bien los verbos si total en la vida cotidiana todos los usan mal?” le pregunta una alumna. Finalmente el chico que mas le faltó el respeto y además agredió a una compañera físicamente (causándole un corte en la frente) es expulsado. Parecía que todo el cine estaba por gritar ¡Viva Viva!, cuando en realidad el pobre chico tenia que volver a África. O sea, en otro contexto uno se compadecería y diria: “Noooo, no lo echen”, y hasta se nos escaparían unos lagrimones cuando se va del colegio con su mamá (que encima lo defendía cuando sabia claramente que atentó contra la integridad fisica de una compañera).
Este punto también es muy interesante: los padres de los alumnos. Nunca tan bien retratados como aquí. Defienden a su hijo, no importa lo que haga, su hijo siempre tiene razon. Los padres critican al maestro porque es “muy exigente”, como si la exigencia fuera algo malo. No se dan cuenta que el mundo laboral es exigente, no el profesor. El director del colegio le hace firmar al maestro un acta sólo por haber cometido el pecado de defenderse de un insulto con otro insulto, lo trata como si fuera un delincuente citado a declarar. Si la escuela es una herramienta para fomentar la igualdad de oportunidades para todos, este no es el camino. La falta de exigencias al alumnado, lejos de ser un sistema de inclusión (“todos pueden pasar de grado sepan o no”) es un sistema de exclusión, porque así los chicos no aprenden nada y sólo van a llegar a tener mejores trabajos los que se puedan pagar estudios privados específicos.
Casi al final, cuando van a calificar a cada chico (lo que para nosotros es el boletín), opinan los maestros, el director, y dos representantes del alumnado (una especie de centro de estudiantes). Y ahí termina de desenmascararse la desvalorización de la educación por parte del Estado, porque si un alumno tiene autoridad para calificar a otro entonces la educación no tiene razón de ser. ¿Para qué necesito alguien que me enseñe si yo ya estoy calificado para evaluarme a mí mismo? Uno mira la película con la seguridad de que ninguno de esos chicos va a poder trabajar más que en un Mc Donalds. Porque nadie les exige que sirvan para algo más. Si un profesor quiere exigir es tildado de tirano, cuando en realidad lo que está buscando es todo lo contrario: que en un futuro la sociedad no tiranice al chico aprovechándose de su falta de conocimientos. Lo que sorprende es que una escuela francesa, que se supone del primer mundo, se parezca tanto a una escuela argentina…Por fin una película sobre educación que no recurre al cliché del maestro represor y los pobres niñitos victimas de su autoritarismo.“No aprendí nada” le confiesa una alumna al profesor, a fin de año. Esa es prácticamente la frase final de la película, y yo diría que también su síntesis argumental.

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