domingo, 31 de agosto de 2008

Crítica - "Frances" (1982), de Graeme Clifford: BRUTAL RETRATO DE UNA ESTRELLA INCOMPRENDIDA (por halbert)

Conocida como la “chica mala del oeste de Seattle” por su personalidad sugestiva y caprichosa, Frances Farmer era la increíblemente bella actriz de teatro y cine cuya carrera demasiado breve iluminó Hollywood y Broadway en la década del 30 y del 40. La historia de la vida de la actriz fue protagonizada en cine por Jessica Lange, en la película de Graeme Clifford, por la que fue nominada al Oscar a Mejor Actriz por su remarcable actuación. Es una historia de la atroz, cruel e imperdonable destrucción por los psiquiatras de una de las actrices de más talento de su época. El filme es el perturbador retrato de Farmer, una joven mujer del estado de Washington que se convirtió en actriz de Broadway y Hollywood, disparada al estrellato e inmediatamente hundida en la desgracia por su aparente locura.
La película de Clifford toma la posición (compartida por muchos otros) de que Farmer fue más una víctima de ser la oveja negra de la familia que un caso legítimo de locura. Mientras su abuso por el alcohol fue evidente, la locura es un tema totalmente diferente y, por cierto, discutible.
Jessica Lange entrega una soberbia actuación como la vicitmizada Frances; pasando de los inquietos dieciséis años hasta los atormentados cuarenta, captura el brillo y la intensidad del personaje, así como también la más profunda soledad. Realizó una exhaustiva investigación juntando una enorme cantidad de información antes del rodaje: leyó todos los libros sobre Farmer y cada revista y artículo de diario que se había publicado sobre ella, así como también realizando entrevistas con gente allegada y que había conocido a Frances. También vio todos los filmes que Farmer había rodado.
Caracterizada con el cabello rubio y el fresco rostro de la actriz en sus días de esplendor, Lange se sumerge a medida que avanza el filme, en el brutal y sanguinario abandono que sufrió Frances y del que no regresaría jamás.
Como siempre, las opiniones están divididas, y para algunos críticos sólo es rescatable su actuación, sumada a la lujosa banda de sonido de John Barry y a la acertada recreación de época, y el resto deja demasiado que desear. Para estos, haciendo a un lado el personaje principal, los demás están grotescamente caricaturizados para encajar en la tesis de una película que certifica que si alguien es inteligente, individualista y disidente como lo era Frances, el sistema resuelve decididamente destruirlo, presentando al establishment médico como la reencarnación del demonio, demostrando que, para estos críticos, tales simples conclusiones resultan inadecuadas e irrespetuosas hacia los trágicos problemas sufridos por Frances Farmer.
Jessica Lange admitió que necesitó un descanso luego de las 14 semanas que demandó el duro rodaje de Frances. Sin embargo no pudo dejar de reconocer que fue placentero hacer la película, especialmente las escenas que compartió con quien luego sería su marido en la vida real, Sam Shepard (que hace de amigo y amante de Frances) y con la gran Kim Stanley en el papel de la madre.
La secuencia más espantosamente conmovedora nos muestra a Frances recibiendo la práctica de la lobotomía, sabiendo que con esto ya no volverá a ser la soñadora de la que su novio Harry se enamoró, ni que tampoco podrá volver a sentir amor por nadie, habiendo sido flageladas sus habilidades emocionales a través de ese método macabro.
La sola presencia de Jessica Lange justifica la visión de este trágico y angustiante filme que, sin ser una obra maestra, al menos permite ver a una impactante actriz en uno de sus más memorables roles, además de dar a conocer la atormentada vida de Frances Farmer que, por no ser como “debía ser”, fue convertida, a fuerza de abominables terapias de curación, en un monstruo insensible.

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