Desde el plano que abre "Somewhere" se percibe el ritmo que tendrá la última obra de Sofia Coppola: una Ferrari recorre una pista circular en medio de la ruta y la vemos dar 4 vueltas en tiempo real; esto es, casi 4 minutos de plano sostenido, hasta que el auto se detiene y su protagonista baja y mira al horizonte.
Estamos ante una historia intimista, pequeña, y hasta familiar, si así se la puede catalogar, pero que pretende hablarnos sobre la vacuidad de la fama y del éxito a través de un actor de Los Ángeles.
Johnny Marco es un astro cinematográfico treintañero que vive temporalmente en el hotel Chateau Marmont de Hollywood.
Estamos ante una historia intimista, pequeña, y hasta familiar, si así se la puede catalogar, pero que pretende hablarnos sobre la vacuidad de la fama y del éxito a través de un actor de Los Ángeles.
Johnny Marco es un astro cinematográfico treintañero que vive temporalmente en el hotel Chateau Marmont de Hollywood.
Cuando su hija de once años aparece por sorpresa, Johnny no tiene más remedio que enfrentarse a todo lo que ha rehuido durante su vida. En esos pocos días que comparten, padre e hija disfrutan de su mutua compañía y de las obligaciones que, como estrella del cine, Johnny debe cumplir: sesiones de fotos, conferencias de prensa, descansar en el hotel durante el tiempo libre que le deja la preproducción de su próximo filme, ir a una entrega de premios en Italia con estadía paga en una suite 5 estrellas.
Coppola retrata esos momentos compartidos, sin conflictos, sin discusiones, sin retos; es la descripción de ese transcurrir de momentos, muchos de ellos casi sin elipsis, lo que puede resultar algo tedioso, porque ciertas escenas se alargan más de lo necesario.
Pero más que una relación padre-hija, parece una vacación entre amigos; justamente, el conflicto radica allí, en esa relación desdibujada, que se evidencia cuando la pequeña hija le blanquea a su padre su calidad de ausente.
El filme es todo de Stephen Dorff, dotando a su Johnny con su facha, desparpajo y naturalidad, logrando una buena labor; prácticamente no lo perdemos de vista y lo acompañamos en todos los acontecimientos de su movida existencia, incluyendo el desfile de bellas mujeres que lleva a su cama a diario.
El replanteo de su vacía vida (a pesar de que parece todo lo contrario) aparece algo tarde, y nuestro protagonista parece querer dar un vuelco a su frívolo e insubstancial presente, pero eso quedará para otra película, porque los créditos finales hacen su aparición.
El filme de Coppola tiene algo de su genial “Perdidos en Tokio”, por esto de que un actor pasa una estadía en un hotel fuera de su hogar, por la voz recriminatoria de una esposa a través del teléfono, por la sensación de vacío del protagonista o por la vivencia de una felicidad efímera de dos seres en circunstancias transitorias. Sin embargo, a pesar de las coincidencias, resulta más interesante y desarrollado el conflicto de “Lost in transaltion” que de esta “Somewhere”, tal vez algo pueril.
Dentro de una consistente actuación, a Dorff (¿o al personaje?) le falta cierta intensidad, y lo mismo se aplica al filme, un retrato sobre la futilidad de la fama y de Hollywood, sugestivo en instantes precisos pero dominado por cierto vacío en su totalidad. Hay participaciones especiales (o cameos casi) de dos actores reconocidos, como Benicio del Toro y Michelle Monaghan, en roles sin peso en el guión.
Elle Fanning parece seguir los pasos de su hermana Dakota, cumpliendo con creces su rol de hija chiquita pero con mucho de adulta, que demanda ser querida y cuidada como se merece. Y Johnny parece recapacitar y se baja de su Ferrari, deja de girar en círculo como al comienzo del filme, para enfrentar el rol más importante de su carrera: ser papá; o mejor dicho, SER papá.
Coppola retrata esos momentos compartidos, sin conflictos, sin discusiones, sin retos; es la descripción de ese transcurrir de momentos, muchos de ellos casi sin elipsis, lo que puede resultar algo tedioso, porque ciertas escenas se alargan más de lo necesario.
Pero más que una relación padre-hija, parece una vacación entre amigos; justamente, el conflicto radica allí, en esa relación desdibujada, que se evidencia cuando la pequeña hija le blanquea a su padre su calidad de ausente.
El filme es todo de Stephen Dorff, dotando a su Johnny con su facha, desparpajo y naturalidad, logrando una buena labor; prácticamente no lo perdemos de vista y lo acompañamos en todos los acontecimientos de su movida existencia, incluyendo el desfile de bellas mujeres que lleva a su cama a diario.
El replanteo de su vacía vida (a pesar de que parece todo lo contrario) aparece algo tarde, y nuestro protagonista parece querer dar un vuelco a su frívolo e insubstancial presente, pero eso quedará para otra película, porque los créditos finales hacen su aparición.
El filme de Coppola tiene algo de su genial “Perdidos en Tokio”, por esto de que un actor pasa una estadía en un hotel fuera de su hogar, por la voz recriminatoria de una esposa a través del teléfono, por la sensación de vacío del protagonista o por la vivencia de una felicidad efímera de dos seres en circunstancias transitorias. Sin embargo, a pesar de las coincidencias, resulta más interesante y desarrollado el conflicto de “Lost in transaltion” que de esta “Somewhere”, tal vez algo pueril.
Dentro de una consistente actuación, a Dorff (¿o al personaje?) le falta cierta intensidad, y lo mismo se aplica al filme, un retrato sobre la futilidad de la fama y de Hollywood, sugestivo en instantes precisos pero dominado por cierto vacío en su totalidad. Hay participaciones especiales (o cameos casi) de dos actores reconocidos, como Benicio del Toro y Michelle Monaghan, en roles sin peso en el guión.
Elle Fanning parece seguir los pasos de su hermana Dakota, cumpliendo con creces su rol de hija chiquita pero con mucho de adulta, que demanda ser querida y cuidada como se merece. Y Johnny parece recapacitar y se baja de su Ferrari, deja de girar en círculo como al comienzo del filme, para enfrentar el rol más importante de su carrera: ser papá; o mejor dicho, SER papá.
A mí honestamente me aburrió como un hongo. Me encanta Coppola pero esta vuelta no sé qué le pasó. Siento que no me contó nada, o mejor dicho, tomó un conflicto muchas veces visto y lo desdibujó tanto que más que disfrutarlo lo padecí. Casi, casi ni le hacía post en el blog, imaginate!!
ResponderEliminarTe entiendo, Pabela. Intenté disfrutarla porque, como escribí, desde el plano inicial se anticipa el tono del filme, tal vez, pretenciosamente "cool". Así y todo, no me aburrió, sólo me pareció que tenía escenas alargadas al p***. Comparto tu post en cuanto a que podía haber desarrollado más el conflicto y los momentos con su hija, más que mostrarnos "COMPLETAS" las coreo de las trolas o el tema "COMPLETO" de Gwen Stefani y su hija patinando... En fin, para mí, igualmente, no fue un bodrio, pero reconozco que la miré con mejores ojos, porque me gusta el trabajo de Sofi... jejee
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