Siempre resulta algo complejo comentar o criticar un filme tan especial como lo es éste. Especial porque, desde el vamos, su director
Lars von Trier ha sido (y es) un controversial referente del cine contemporáneo, especialmente por ser creador de aquel movimiento fílmico desarrollado en 1995 por directores daneses cuya meta era producir películas simples, sin modificaciones en la posproducción, poniendo énfasis en el desarrollo dramático. Estamos hablando del Dogma 95.
Alejado de esa estética, aquí, en
“Melancholia”, uno de los puntos fuertes es la calidad de imagen y sonido: fotografía y música, principalmente, se unen para generar sensaciones en el espectador.
Si uno tuviese que escribir en una línea la historia aquí narrada, podríamos suponer que se trata de un filme de ciencia ficción con grandilocuentes escenas de acción y suspenso. Sin embargo, aunque hay algo de lo nombrado anteriormente, la mirada particular de Von Trier hace de ésta una obra exclusiva, personal y, por qué no, rara.
Un planeta llamado Melancholia se acerca a la Tierra y hay enormes posibilidades de que choque con ella, terminando con la raza humana; dos hermanas le harán frente, intentando sobrevivir.
Ya desde el exordio (con algunas similitudes al inicio de
“The tree of life” de Terrence Mallick) se nos presenta una obra que apunta a los sentidos: con el fondo musical del prólogo de “Tristán e Isolda” de Wagner asistimos al visionado de una especie de cuadros móviles, planos ralentizados de situaciones que, más adelante, cobrarán total sentido, porque pertenecen a instancias dramáticas luego desarrolladas.
Resultan impactantes imágenes por la belleza de su composición, por sus colores, su definición y su texturas, además del lento movimiento dentro de ellas.
A partir de allí, el filme comienza a transcurrir, segmentado en 2 partes muy diferenciadas, separadas por las placas “Capítulo 1: Justine” y “Capítulo 2: Claire”, haciendo referencia a los dos personajes centrales de la trama, dos jóvenes hermanas adultas, pertenecientes a una acaudalada familia, pero con enormes problemas de fondo (como los de
“La celebración” de Thomas Vintenberg).
En esa primera parte, a Justine se la elige mostrarla en el día de su boda, denotando una impostada felicidad y siendo custodiada celosamente por su hermana, la organizadora de cada detalle de la fiesta. Sin embargo, la celebración estará teñida por los brotes depresivos de Justine, llevando el festejo a un destino poco ideal.
En la parte 2, Claire protagoniza su miedo al fin del mundo, especialmente por los datos que su esposo científico le da acerca del posible choque de Melancholia, y su reacción frente a la posibilidad del Apocalipsis.
Pareciera que el interés de la cinta no se orienta hacia lo racional sino más a lo metafísico o emocional, ofreciendo una buena cantidad de escenas con características trascendentales y de planos notables, significativos. Se vive cierta tensión de manera constante, sin advertir lo que está por venir, lo que hace disfrutable su visionado (lo que llamo comúnmente “experiencia cinematográfica”).
Hay que remarcar que, como espectadores, debemos ser algo concesivos mientras transcurre el drama presentado, ya que semejante acontecimiento catastrófico de un posible choque de planetas, seguramente debe estar siendo seguido a través de medios televisivos y gráficos, pero ninguna noticia llega a la mansión que los tiene aislados.
Párrafo aparte merece la ganadora de la Palma de Oro como mejor actriz en el Festival de Cannes,
Kirsten Dunst da muestras de un talento interpretativo que nunca antes había podido demostrar de esta manera, entregando una agotada, casi extinguida Justine, víctima de un estado que no se explica mucho, pero que expresa con todo su cuerpo y su rostro.
Charlote Gainsbourg como Claire secunda con creces a la protagonista del capítulo 1 y emerge con enorme autoridad actoral en el segmento que la tiene como heroína. Grandes nombres de la cinematografía mundial se dan aquí en el plano actoral, contando con breves apariciones de
Charlotte Rampling, John Hurt, Stellan Skarsgard y Kiefer Sutherland.
El 19 de mayo de 2011, el Festival francés en el que se presentó este filme declaró al cineasta "persona no grata", con su consiguiente expulsión del certamen. La polémica se desató tras unos comentarios de signo pronazi vertidos por él mismo, en los que el cineasta afirmó “comprender a Hitler”.
Separando al von Trier director del von Trier persona (¿se puede?), es innegable su capacidad creativa, su modo personal de encarar sus obras, sus nada indiferentes trabajos cinematográficos. “Melancholia” no queda fuera de esta clasificación, resultando una película interesante, sugerente, controvertida y atractiva para los sentidos más que para la razón.